La obra de José Rivero se presenta como una exploración de la línea: entendida como unión de puntos, intersección de planos y herramienta generadora de formas. Sobre esa base, el artista colabora con el escenógrafo gastronómico Oska Crespo, utilizando la mesa como espacio creativo.
La propuesta se materializa en una instalación efímera y parcialmente comestible, que actúa como punto de encuentro entre personas, disciplinas y emociones.
La experiencia se complementa con el sabor del Vermut de Lustau, que aporta identidad territorial, y con un ambiente sonoro cuidadosamente diseñado, completando así una intervención artística que fusiona arte visual, gastronomía y sensorialidad.