Amanece el día después de septiembre, con descaro de aire fresco en las alboradas. Nos trae octubre con la mirada del recuerdo de dos grandes en su aniversario de muerte, en menos de una quincena su conmemoración. Don Jesús de la Rosa, un 14 de Octubre del 83 y un tal día como hoy, 1 de octubre del 2001, Silvio Fernández.
Veo en diferentes portales y redes sociales que “ser Rancio” está de moda. Creo que todavía no se han enterado que “ser Rancio” es una condición y sentimiento que aquí se lleva a gala por los nostálgicos de tiempos vividos. Añadía el torero Rafael “El Gallo” que lo clásico “es lo que no se puede hacer mejor”. Y esa es la conjunción perfecta de un sevillano de a pie.
No es ninguna moda, aunque algunos lo quieran tintar de tal forma. Es la elegancia de apreciar el pasado, sin dejar de mirar el presente, apostando por el futuro. Pero sin dejar sus formas de ritos y costumbres a la antigua usanza. El antigüito de estirpe como buen Sevillano entiende la música del Rock Andaluz como una autentica revolución de nuestro ser. Cosa que lleva a gala.
El “rancio” tiene su buena dosis de bohemio, pues esta ciudad invita a esa epístola, con reflejo de la figura de Silvio que llevo a espectáculo, todo lo que hacía y sentía.
La memoria gotea sobre barros profundos. El llanto es canción de cuna en ojos de aquel octubre en su evocación, que se hace noche de cuaresma en recuerdos cuando suena su musica, azul de noche despierta.
No miro si no veo, una madrugada sumergida entre tu insólita soledad.
La memoria gotea danzando entre sangre, sangre que miente al pasado, cuando aquellos supremos rancios quizás, no hacían celoso de distancia la música que hoy escuchamos, distancia que añora aquel paseo que nunca dimos. Ha sonreído la memoria, locura de sin razón, que abre tu ventana, para que vuelen los perjuicios. Estos “rancios de hoy dia” le ganan a aquellos en Libertad. Y eso querido truhán es irrevocable.
No seas bellaco de no entender aquellos y estos tiempos o confundirlos. La memoria gotea despidiendo tu candor, blancura de blanco sudario, en la tarde confundida, tarde de luz que bebe aire brisa del mar de nuestra esencia y duende que a ti no llega, orilla de imposibles vanidades, fragancia salitre a espuma terca que en ti no florece, siendo tu triste condena. Ser de Sevilla y no entender el legado.
Hay una generación de costaleros que han hecho escuela a golpe de swing. Que es lo que hace que un paso ande diferente a los demás y tengo el sello “made in Sevilla”. El “rancio” se caracteriza porque por el no pasan los años, viste de análoga manera, sigue haciendo lo mismo y de igual forma. Ama el centro de su ciudad y como decía el poeta “ muchos son los llamados y pocos los privilegiados” que pueden vivirla día a día. Tres grandes banderas como el flamenco, tauromaquia y cofradías.
La inocencia es la virtud que abriga la provocación, no perdamos el recuerdo de estos aniversarios de octubre, no le tapemos los ojos al recuerdo, ni al futuro. No adornemos con mordazas de colores inventados; dejémosla libre, como siempre fue y como lo hubiese querido Silvio y De la Rosa. Como fueron su música bandera para el buen añejo y antiguo de la vieja Hispalis en el lugar y momento adecuado para saborear el poema definitivo, escritos por estos genios.
Ellos hicieron el autentico pregón que necesita nuestras calles, que se imprime con mas carácter cuando llega la cuaresma. O quizás viendo en la Semana de pasión alguna revira o chicota a ritmo de sus melodías. Ayer me dijo una amiga, gran artista de la Sevilla actual, que esta ciudad no cuida a sus referentes. En cierta parte lleva razón…para cuando una estatua monumento a “Triana”. Silvio ya tiene su calle más roquera. Tal vez no haga falta, pues cuando la añoranza aflora en cualquier momento, le levanto el mejor monumento que se puede dar a esos tres grandes genios. Mezclo su música Andaluza, al movimiento de un palio.
A veces desnudamos tanto el alma, que tiritamos de silencios, A veces mostramos tanto, que ya no nos queda nada con lo que besar, A veces deseamos mucho más de lo que merecemos, Y es entonces cuando volvemos a disfrazar el corazón de cobarde…”