Es una realidad que un porcentaje muy alto de personas que realizan actividad física de manera rutinaria, hablan de que necesitan una mayor ingesta de alimentos durante el día. Afirmaríamos completamente este hecho si nos referimos a la reposición de los niveles de glucosa que se pierden durante la actividad física. Pero, ¿es posible que la actividad física aumente el apetito? ¿Tengo más hambre si entreno más?
Antes de responder a las preguntas debemos de tener claro qué hormonas van a tener un papel importante en la regulación de la saciedad, en este caso voy a hablaros de dos:
GLP-1: Es un péptido que se libera en nuestro intestino en presencia de Carbohidratos o proteínas.
PYY: Es un péptido que se libera en nuestro tracto gastrointestinal (GI).
En una investigación reciente de Douglas, J.A. (2017), del Instituto del Cáncer y Genómica de la Universidad de Birmingham y del Centro Nacional para la Medicina del Deporte y el Ejercicio de la Universidad de Loughborough, se realizó un estudio para conocer si el apetito cambiaba cuando personas con sobrepeso realizaban actividad física intensa. Se estudiaron en especial esas dos hormonas y llegaron a la conclusión de que el ejercicio de intensidad alta suprimió transitoriamente el apetito y aumentó la secreción de PYY y de GLP-1 en las siguientes horas posteriores al mismo, sin estimular cambios compensatorios en el apetito en individuos delgados o con sobrepeso.
Podemos decir, pues, que el ejercicio puede conseguir un déficit de energía a corto plazo sin que posteriormente tenga efectos compensatorios en el apetito, independientemente del estado del peso. Por tanto, puede haber un incremento en la sensación de hambre en los primeros días al incrementar la actividad física (es un mecanismo adaptativo), pero a corto plazo esa sensación se estabiliza y no se produce un incremento en el apetito. Si llevas una rutina de entrenamiento, y no estás viendo resultados, la alimentación y el nivel de NEAT (actividad diaria que no es entrenamiento), son factores que pueden limitar la consecución de objetivos.
Un entrenamiento personalizado, con variabilidad en la intensidad, una alimentación adecuada y un nivel de vida activo son una mezcla de factores que, llevados a cabo por profesionales cualificados, te llevarán a conocer tu cuerpo y hacer que rinda al más
alto nivel sin miedo a que se produzcan “compensaciones” con la comida, pues hacer más ejercicio no tendrá un efecto sobre la sensación de apetito.
Douglas, J.A.; King, J.A.; Clayton, D.J.; Jackson, A.P.; Sargeant, J.A.; Thackray, A.E.; Davies, M.J.; Stensel, D.J. (2017): Acute effects of exercise on appetite, ad libitum energy intake and appetite-regulatory hormones in lean and overweight/obese men and women. International Journal of Obesity.