Con la Feria de Sevilla se inaugura la temporada de las ferias andaluzas. Arte popular en movimiento y explosión de color envuelta en tradición e historia.
Ya ha terminado la de este 2019. Dulcemente se fue apagando la luz de cada farolillo de papel empezando por las luces de su portada, aquella que a su inicio dio la bienvenida al ‘Real de la Feria’, paseo principal por donde cada año se lucen a caballo amazonas y jinetes vestidos de corto, conocido así por ser ‘un real’, moneda en desuso, con la que en tiempos pasados se abonaba al cochero que te acercaba al recinto.
Son las 00:00 horas del sábado, 11 de mayo, y cuando parece instalarse el silencio, ese que anuncia que algo va a ocurrir, con enorme estruendo da comienzo el espectáculo que pondrá ‘su broche de oro’ a este final de fiesta, ‘Los fuegos artificiales’ tan celebrados a su término con aplausos y ovaciones por parte del público.
Con esta despedida de la Feria de Abril, la de Sevilla, comienzan las Ferias de la primavera andaluza, que alargan la temporada ferial hasta el otoño con la última despedida. Así irán sucediéndose por toda Andalucía una tras otra, nunca coincidiendo en las distintas capitales en la misma fecha. Esto permitirá el trasiego de feriantes y, no sólo de quienes se abandonan al disfrute de las fiestas, en ‘Las casetas’, esos espacios reservados, donde se convive y se vive esta fiesta; sino también de quienes subsisten 'trabajando la temporada' que se inaugura con la de Sevilla. Incluso otras ciudades de España se sumaron hace tiempo a esta tradicional cita, como Barcelona con su ‘Feria de Abril de Barcelona’ o Madrid con la conocida como ‘Feria de Abril madrileña’, aportación cultural introducida por andaluces que en su tiempo migraron a otras regiones de España llevando consigo su arte y costumbres.
‘Sevilla, escenario de Arte, Cultura e Historia’. Este ha sido el lema elegido por Ángel González Carvalho, el ganador de este año del tradicional concurso de diseño del Cartel de Feria y Fiestas de la Primavera de Sevilla. Con una representación de la Portada, 'la que da entrada al Real' de esta fiesta de la primavera. Una fiesta fundada en 1847 como feria ganadera y que, en la actualidad, ha pasado a ser cita imprescindible. Un evento pensado para el disfrute y encuentro de la sociedad sevillana que te acerca a la cultura y al folclore popular. Una buena excusa para saborear la gastronomía de la tierra acompañada de 'Fino' o ‘Rebujito’, como se conoce al combinado de fino con refresco de gaseosa que se toma en la Feria.
Este año, siguiendo las indicaciones del concurso, la portada ha tomado referencias directas del ‘Casino de la Exposición del 29’ que, junto al ‘Teatro Lope de Vega’, fueron ‘Pabellón de Sevilla’, en la ‘Exposición Iberoamericana de 1929’, aquel evento internacional que se conmemora junto con la expedición de Magallanes y Elcano de 1519, la ‘Primera Vuelta al Mundo’ desde Sevilla, desde el río Guadalquivir.
El Teatro Lope de Vega, edificio representativo de la arquitectura sevillana de principios del siglo XX, de estilo neobarroco y obra del arquitecto valenciano Vicente Traver y Tomás, quien sustituiría a Aníbal González en el encargo, en la actualidad ha pasado a ser la sede de ‘La Casa de Los Poetas y Las Letras’, un espacio destinado mayormente a eventos culturales tales como exposiciones artísticas.
Pero de las referencias que se hacen en la Portada, hay una que se relaciona con el artista que tanto tuvo que ver con el aspecto decorativo y estético actual de la Feria de Sevilla. Aquel pintor que diseñó el cartel anunciador de la Exposición del '29, Gustavo Charles Bacarisas Podestá, inspirándose en oriente, concretamente en China, tuvo la genialidad de idear uno de los mayores encantos de la Feria, ‘el farolillo’ de papel que decora e ilumina sus calles, aportando ese encanto efímero, de luces tenues y suaves colores. Este pintor también incluyó, en la decoración de ‘las casetas’, ‘La Pañoleta’, elementos decorativos para la Feria de una ciudad abierta al mundo.
Después de este recorrido, donde se expone la presencia de arte e historia en la Feria, que más allá de la propia fiesta incluye una cultura heredada y reinventada con el paso de cada temporada, volvemos a la madrugada del pasado sábado, 4 de mayo, víspera del ‘Día de la Madre’ y comienzo de la ‘Feria de Abril’ retrasada a mayo por la Semana Santa que debe antecederla.
Son las 00.00 horas, antes de la ‘Noche del pescaíto’, como se conoce a esa primera cena compartida y vivida en las casetas, de pescado frito variado que incluye cazón en adobo, boquerón frito, acedía, merluza en rodajas, tacos de bacalao, calamares, puntillitas y gambas rebozadas, platos típicos de la propia ciudad que se siente muy marinera.
Antes de este festín, la fiesta se abre con el ‘Alumbrao’, el encendido progresivo de cada una de las 24.000 bombillas que este año adornan la portada. Posterior se irán encendiendo los farolillos, de cada una de las calles que constituyen ‘El Recinto Ferial’ quedando todo iluminado. Este año me perdí y también ‘La noche del pescaíto’, así que contrario a la costumbre, en vez de hacer una entrada oficial por su portada, 'como es mandao', me salté el protocolo popular y comencé la visita por ‘La calle del Infierno’, nombre que se debe al ruido infernal de las atracciones, espacio conocido también como 'donde los cacharritos'. Y entonces reviví aquella emoción infantil que me causaba ir a La Feria.
Para mí, tal como pienso que le ocurría a los de mi generación y como pienso que le seguirá pasando a los miembros más pequeños de las familias, la Feria tenía sentido única y exclusivamente porque existía el ‘Algodón de Azúcar’, la ‘Manzana de Caramelo’, ‘La Tómbola’, ‘La Noria’, ‘El Canguro’, ‘Los Cochecitos Locos’ o el ‘Tren de la Bruja’, por citar algunos de los atractivos que aún sigue ofreciendo este efímero parque de atracciones, de luces, colores brillantes, ruidos y olores a caramelo y chocolate caliente. Cuando te adentrabas en este anexo al ‘Real’ empezaba la auténtica feria, ese espacio donde encontrabas todo tipo de promesas de diversión que duraban lo que dura el sueño de una noche de verano.
La lluvia ocasional, propia de la estación, no se ha asomado, aunque ha habido días que parecían ser el preludio de una tormenta primaveral. Este año, el tiempo ha permitido que se luzcan los carruajes, amazonas y jinetes durante los famosos paseos a caballos. Un espectáculo que se presenta en distintos momentos del día. como. Al caer la tarde, cuando los farolillos de papel con sus tenues luces, comienzan a encenderse y el cielo aun recoge los últimos rayos del sol del atardecer, se presenta un cuadro único que recrea escenas con parecidos razonables con las pinturas costumbristas, de principios del siglo XX. Las ropas de los cocheros, las mujeres adornadas con flores, los abanicos, los carros de caballos, todo un cartel,
Ver a las mujeres pasear alegres, generalmente acompañadas o en grupo, con sus vistosos trajes de volantes que simulan claveles, es todo un espectáculo de color y movimiento. Como una pintura de Manuel Cabral Aguado-Bejarano, Bacarisas, Villegas, Gonzalo Bilbao, García Ramos o Rico Cejudo. Este escenario, sin duda, nos conecta con las tradiciones y costumbres, con ese digno recuerdo del pasado que encierra la estructura básica del ‘traje de flamenca’, como se diría en Sevilla, ‘traje de gitana’, que con cada cambio de moda sufre alguna redefinición de estampados. Indumentaria femenina aderezada con abalorios como pulseras, collares, peinetas; manteniéndose, inmutable en el tiempo, el adorno del cabello siempre con flores y el uso de un abanico, acompañante inseparable de la mujer sevillana. Ese que alivia sofocos y a veces, también sirve para dar algún que otro abanicazo, cuando alguien se pasa de la raya, como decimos por aquí.
Ya ha terminado la Feria de Abril. Y tal como se ha establecido, a la medianoche del sábado siguiente al de su comienzo, poniéndose el broche de oro con un verdadero espectáculo pirotécnico. Fuegos artificiales, lanzados desde ‘el muelle de Nueva York’, punto estratégico que permite su contemplación desde distintos puntos de la ciudad. Un espectáculo de luz del que he disfrutado, desde el Puente de Triana, como una niña, viendo sus reflejos sobre el Río Guadalquivir. Un espectáculo, celebrado a su término con aplausos y ovaciones del público, culminando con el sonido de la sirena de un barco.
Las cosas que te hace sentir el arte.
Por Ceres Adriana García-Baquero Velasco.
Pedagoga, Lda. en Ciencias de la Educación; Graduada en Bellas Artes y Postgraduada en Historia del Arte. Experta en Gestión del Patrimonio y la cultura (Universidad de Sevilla).
Docente, artista visual y redactora de contenidos en diversos medios de divulgación científica y cultural.
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Imagen: Detalle del Cartel para la Exposición Iberoamericana de 1929 en Sevilla, realizado por el pintor Gustavo Bacarisas, 1929. Esta imagen es de Dominio Público.