Me congratula observar como cada vez más se le va dando a la Mujer el sitio que se ha ganado desde siempre. Una palabra se repite hasta la saciedad en los últimos tiempos: IGUALDAD.
El trabajo, la casa, los sueldos, la formación, el papel en la Sociedad…, y también el fútbol. Sí, el deporte rey por excelencia en este país nuestro, en el que sólo parecen tener sitio los hombres y, sobre todo, aquellos con cierto renombre, a los que no voy a dar sitio en mi escrito.
Considerando el largo camino que queda por delante para equilibrar la balanza entre los géneros, podría pensarse que dedicar un solo minuto al asunto del fútbol suena cuanto menos banal. A mí no me lo parece, dada la relevancia que tiene para el mundo en general todo lo relacionado con el balompié, y los dineros y poderes que se mueven alrededor del mismo.
Hablando de este tema, me vienen a la memoria dos momentos de mi vida en mi infancia y adolescencia que, si bien resultaban extraños entonces, ahora se empiezan a normalizar. Ambos están relacionados con el asunto que me trae hoy aquí: La mujer en el fútbol.
En mi barrio, Ciudad Jardín, jugar a la pelota cada día era lo habitual, tampoco quedaba otra, considerando los recursos que cada casa tenía y las opciones que encontrábamos en la calle. Teníamos una sana competencia entre las cuatro primeras colectivas (bloques de vivienda) que iniciaban la calle Antonio de Nebrija y las cuatro siguientes. En cada equipo había un par de niños que destacaban por sus habilidades. Sin embargo, todo cambió el día en el que dos niñas, sí niñas, se acercaron a jugar con nosotros. Recuerdo las reticencias de cada equipo para aceptarlas como una jugadora más, algo que duró poco tiempo, el justo para comprobar que eran -simplemente- dos cracks con el balón en los pies. Así, M.ª Mar y Reyes, se convirtieron desde aquel momento en los fichajes más codiciados para cada conjunto. Todos queríamos que ambas jugaran para nosotros.
El otro momento lo ubico en el estadio Ramón Sánchez Pizjúan, a donde acudía cada partido con mi amigo Felipe. Allí, el mundo que nos rodeaba era casi por completo masculino, siendo la presencia de una fémina igual de rara como una gota de agua en el desierto.
La reflexión en esencia vino cuando un domingo por la tarde, estando mi amigo y yo esperando la salida de los jugadores para la segunda parte, éste me dice: “… te has fijado que esas chicas de delante ya venían la temporada pasada. Creía que estaban aquí para un partido, pero por lo visto se han sacado el carnet para todo el año, como nosotros”.
Ese fue el inicio del compartir con las mujeres los sabores dulces y amargos de nuestra pasión futbolera.
Todo esto podría acompañarlo con la incorporación de mi madre, Ana, y mi mujer, M.ª Carmen, a las emociones semanales de ver a nuestro Sevilla FC por la televisión, escuchándolas hacer comentarios expertos, al más puro estilo “valdaniano”: “No entiendo cómo van a jugar con tres centrales”; “por qué no pone a Navas en el lateral derecho”; “deberían cambiar al delantero y sacar a otro”.
En fin, por fortuna las mujeres están llegando a todo para quedarse, sólo añado algo más: ¡NO COPIAR LO PEOR DE LOS HOMBRES, MEJORARNOS, POR FAVOR!
LA PREGUNTA DEL "MILLÓN": ¿Irías a un partido de fútbol femenino?
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Manuel Salgado Fernández
PSICÓLOGO CLÍNICO // Col. AN-2.455