LITERATURA, ANTROPOLOGÍA
OLGA SOTO PEÑA: UNA ROSA ANTE EL DOLOR, IN MEMORIAM
Por
José Cenizo Jiménez
Post #9

Hola. Se cumplió en abril un año del fallecimiento de la entropóloga y escritora Olga Soto, a la que tuvimos el placer y el lujo de conocer. Le dedicamos en El Giraldillo estas palabras que ahora recordamos. Sed felices.

OLGA SOTO PEÑA: UNA ROSA ANTE EL DOLOR

            (IN MEMORIAM, 13-4-2023)

                        JOSÉ CENIZO JIMÉNEZ

            Qué injusta es la vida a veces. Se lleva a los mejores y en plenitud vital. Olga Soto Peña (Barcelona, 1973-Paradas -Sevilla-, 2023) ha fallecido el jueves 13 de abril de 2023. Escribo estas palabras emocionado porque la he visto crecer desde pequeña en mi pueblo, Paradas. Sus abuelos y sus tíos (entre ellos mi gran amigo Juan Peña) vivían frente a mi casa. El cáncer se ha cebado en esta familia: la madre de Olga, Lutgarda, se fue a los treinta y dos; su tía Isabel, a los cuarenta y nueve; su tío Pepe

 -que fue alcalde del pueblo- con cincuenta y cuatro; y la abuela, Carmen, con cincuenta y nueve. Todos menos el abuelo, Diego, que se libró de la esa enfermedad y llegó al borde de los ochenta.

He sido testigo de esa devastación, esa dramática arremetida brutal contra mis queridos vecinos. Juan Peña, que se considera un superviviente ante este panorama, nacido en 1961 como yo, escribió y publicó una soleá que es literalmente biográfica. Cuando murió su hermana Lutgarda vino a mi casa a descansar un rato y mi madre, Trinidad, le ofreció un caldo de puchero. Y Juan dice: “La Trini la de Mateo, / pa que yo me consolara, / me dio un caldito puchero”. Ahora Olga lo ha padecido y cuando parecía que estaba superado ha vuelto para privarnos de su gran valor humano, su capacidad de entrega a los demás, su empática sonrisa.

Olga tenía apenas cincuenta años, deja marido -Joaquín María Montero, profesor- y cuatro hijos -Lucía, Diego, María y Esperanza-. Era licenciada y doctora en Antropología y había ejercido como profesora de Antropología de la Universidad Pablo de Olavide. También escritora, publicó los ensayos Las lágrimas de Ítaca. Migrantes latinoamericanos, enfermedad, dolor y profesionales de la salud en Sevilla (premio Archivo Hispalense 2009, publicado en 2011) y Cuidar la vida, velar la muerte (Anthropos, 2016), subtitulado Diario de una antropóloga en una Unidad de Cuidados Paliativos, donde recoge sus experiencias cuidando enfermos terminales en el hospital sevillano de San Lázaro. Hice reseña en Papel literario de Diario Málaga Costa del Sol (pueden verla en el enlace del 14-11-2016: http://www.papel-literario.com). Terminaba recomendando la obra: “Esta obra merece ser leída por todos, pues todos pueden entenderla, y desde luego creemos que sería muy útil su lectura en centros educativos. Especialmente recomendable para trabajadores de la sanidad, para familiares de enfermos terminales, para personas necesitadas de ayuda y autoayuda, pues encontrarán mucha empatía y cierto alivio, una luz cálida en medio de tanta terrible oscuridad”. Me dicen que los profesionales que la cuidaron en sus últimos días ya en su casa se sorprendieron porque o bien habían leído su libro o habían asistido a alguna de sus conferencias. Olga es todo un referente en la atención médica de los cuidados paliativos.

Dejo un poema que su hija Lucía, a punto de graduarse en Filología Hispánica, escribió para su madre con la generosidad que sólo pueden dar las estrellas (puede verse en este enlace de YouTube, leído por la hija de Olga, Lucía, y por Juan Peña: https://www.youtube.com/watch?v=uvYms13jcPY):

 

Recuerda eternamente

a la niña que un día fuiste y te mira

y que aguarda, con inocencia,

la más tierna debilidad.

Que la pura y limpia luz de tu alegría

sea fuente infinita de savia y vigor.

Mujer de Dios, que das la vida,

diste a luz y me diste luz,

serás siempre el cobijo más dulce

al que vuelvan tus hijos.

Y recuerda, eternamente,

que la vida es aquella que resucita

para volver a nacer.

 

Juan Peña, su tío tan querido, le dedica este poema, hecho al calor de estos días en la antesala de la muerte:

OLGA

Fue el ángel de la guarda

de los desconsolados

y los solos.

Aliviaba sus vidas,

les tomaba la mano,

les daba su sonrisa,

su bendita ternura de palabras.

 

Olga siempre está aquí.

Hoy la vi en una foto,

bajando la escalera,

escondiendo las alas.

Yo quiero ofrecerle también mis palabras a través de este texto en prosa que he escrito pensando en su vida, a mi querida vecina, la niña linda y gran mujer. Lo he titulado como esta semblanza:

UNA ROSA ANTE EL DOLOR

“¿Quién viste a la luz cuando amanece? (Nicolás Corraliza)

A Olga Soto Peña, in memoriam, 13-4-2023)

No todas las rosas tienen espinas. Olga, la niña linda, la mujer de la sonrisa dulce, era una rosa ante el dolor. La muerte se ha vengado de su valentía y su entrega. No tiene piedad a menudo la muerte. No la tuvo con su familia, pero su amor es más fuerte que la muerte y Olga se sabe ya en su cielo. Lo habrá hecho más cielo, más de verdad, de azul eterno.Ya nos ofreció un anticipo aquí.

            De pequeña estaba en la casa de enfrente de la mía, con sus abuelos y tíos. Pasaba por la calle y saludaba con su sonrisa cándida envuelta en esa timidez que a veces define a las grandes luchadoras. Eso fue luego, una luchadora ante el dolor, una rosa ante la enfermedad propia y de los otros.

            No muere quien se recuerda. Olga deja un mundo mejor. No muere quien cree. En su despedida, unas monjitas como ángeles cantaban “De la tierra al amor, del amor al cielo”. Te has ido de este mundo, pequeña Olga, vecina querida, gran mujer, con tu sonrisa de miel y nardos y quedas en la mejor habitación de nuestra memoria, siempre soleada si estás tú, y allá en tu cielo, amparándonos con tu sonrisa ya eterna, en tu nuevo hogar para vestir la luz cuando amanece.

DESPEDIDA:

Olga tenía una fuerza interior y una fe muy profundas, que le han servido de apoyo y de consuelo hasta el último suspiro. Descanse en paz y mucho ánimo a sus familiares y amigos. Qué mejor recuerdo y homenaje que terminar con sus últimas palabras, un fragmento de pura emoción y poesía, que leyó su hija en la misa de difuntos:

 

ÚLTIMAS PALABRAS, UN TESTAMENTO DE GRATITUD A LA VIDA Y A DIOS

 

Pero nadie mejor que ella para describir lo que ha sido este tiempo. Leo a continuación unas breves palabras que dejó por escrito:

“Ahora el cielo es más azul y la brisa más suave, más cálida. Me llenas de una serenidad inquebrantable. Cada día más amor, más consuelo, más misericordia. El suave tacto de la caricia de los míos. El canto de los ángeles. Sábanas blancas, el sol por la ventana. El aroma del azahar. Tras la aurora llegan los guardianes de mi cuerpo que velan por mi alma.

Cuánta gratitud y cuánta vida en este pequeño hogar. Y todo llega como un regalo, pura Gracia. En la máxima debilidad abrazo lo esencial, el amor que nos salva”.

 

FOTOS: Del archivo familiar de Juan Peña.

 

 

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