La diabetes mellitus (DM) es una enfermedad que necesita de un cálculo constante de los valores y requerimientos diarios de insulina. Además, es necesaria la vigilancia por parte del paciente y/o de los familiares de todo lo que comen, en especial los hidratos de carbono, pudiendo ser estas acciones posibles factores desencadenantes de un trastorno de la conducta alimentaria. Hasta un 60% de los diabéticos tipo I y hasta el 40% de los diabéticos tipo II pueden cumplir criterios diagnósticos de un trastorno de la conducta alimentaria o TCA (diabulimia, trastorno por atracón, síndrome del comedor nocturno y otras formas no específicas). Así, se ha observado que puede existir una relación entre TCA y DM determinada con el incremento de HbA1c (hemoglobina glicosilada, parámetro que sirve para diagnosticar diabetes), aumentando aún más en este caso las complicaciones de ambas patologías. Por ello es fundamental realizar un trabajo interdisciplinar en consulta, por la complejidad y singularidad que presenta cada caso, aunque a día de hoy no existen muchos cuestionarios o protocolos de diagnóstico en estos casos, lo cual dificulta su tratamiento, tal como se indica en el artículo publicado en Journal of no negative and positive results este mes.
El objetivo principal del tratamiento de pacientes con DM y TCA debe aunar el control del peso y la recuperación ponderal, el restablecimiento de déficits nutricionales, el control de la glucemia, la reeducación de hábitos dietéticos y el estado emocional del paciente. Por ello, el equipo interdisciplinar debe estar formado por un endocrino, que monitoriza el tratamiento estricto con insulina; un dietista-nutricionista, encargado de la pauta dietética y la educación alimentaria; un psiquiatra, para el tratamiento de comorbilidades (depresión, ansiedad, etc); un psicólogo, que debe trabajar los posibles mecanismos compensatorios que utiliza el paciente en la omisión o modificación de la dosis de insulina así como la afectación emocional de ambas enfermedades; educadores sociales, en aquellos casos de familias menos estructuradas que lo requieran; o incluso maestros, en el caso de los niños.
La asociación de DM y TCA dificulta todas las áreas de tratamiento, aumentando la morbi-mortalidad y disminuyendo la calidad de vida del paciente. Los profesionales sanitarios deben estar atentos para detectar precozmente síntomas de TCA debido a la vulnerabilidad del paciente. Los pocos estudios que existen y la dificultad de abordar
este problema hacen que los pacientes no tengan aun un tratamiento claramente definido, pero con un abordaje adecuado el proceso es mucho más exitoso.
Griselda Herrero Martín Dra. Bioquímica y Dietista-Nutricionista