Enid se enorgullece de su meticulosa labor como censora de cine, resguardando a públicos inconscientes de los efectos dañinos de visionar las sangrientas decapitaciones y ojos arrancados que ella debe ver. Su sentido del deber se ve amplificado por su incapacidad de recordar detalles de la desaparición de su hermana hace mucho tiempo, declarada recientemente muerta in absentia. Cuando a Enid le asignan una película perturbadora del archivo que le recuerda a sus difusos recuerdos de infancia, empieza a descifrar cómo este inquietante trabajo podría estar vinculado a su pasado.