Una Nochebuena, la joven Clara recibe una marioneta inanimada, un cascanueces. Con él en brazos se queda dormida y sueña con un mundo de fantasía en el que los juguetes y los miedos cobran vida.
Publicado en Berlín en 1816, este cuento de Hoffman, maestro del romanticismo alemán, inspiró a Marius Petipa para crear una primera versión danzada de 1892.
Entre soldaditos de plomo, ratas y muñecas de gran tamaño, el mundo de la infancia se convierte en ballet. Los sueños y pesadillas de Clara cobran vida a través de la chispeante y colorista partitura de Chaikovski.
En 1985, Rudolf Nureyev reestrenó el ballet en la Ópera de París con decorados y vestuario que acentúan el carácter inquietante del cuento. Copos de nieve, flores y paisajes encantados son el telón de fondo de una coreografía deslumbrante. Guiada por la marioneta de madera que se ha convertido en el Príncipe Azul, la joven Clara se enfrenta a sus deseos y ansiedades en un cuento iniciático.