La obra pretende preguntarse si es posible que una pintora y uno de los ladrones de sus obras pueden llegar a hacerse amigos. Cuando Norland y un amigo roban los cuadros de Bárbara, una artista checa, ellos aparecen pero no el material. Mientras se celebraba el juicio, la pregunta de la denunciante sobre si puede retratar al detenido lo cambia todo.