Después de más de tres años de parón, La Madeja vuelve. Decidimos retomar el proyecto con este número sobre duelos. Dudamos. «¿Tenemos ganas de embarcarnos en un número que nos hará abrir las heridas, mostrarlas, sostenerlas; observar las cicatrices, acariciarlas, llorarlas?». Con ciertos miedos, decidimos que sí, que por nosotres y por todes les compañeres. Por los duelos que no han tenido tiempo ni espacio, por los que no se nombran, por los escondidos, por los silenciados, por los comunes, por los que ni siquiera conocemos, por los enquistados, por nuestro propio duelo como equipo.
El dolor nos cambia, modifica nuestro estar en el mundo. Las respuestas son infinitamente diversas y este número es una pequeña muestra. Nos duelen las pérdidas de seres queridos, porque se mueren, porque se alejan, porque nos hacen daño y somos nosotras quienes decidimos poner distancia. También la pérdida de nosotras mismas, de lo que somos o de lo que creíamos ser, de lo que anhelamos o soñamos algún día. A veces, incluso, perdemos la capacidad de imaginar un futuro… Es tanta la incertidumbre. Y no sólo lo vivimos de forma individual, hay un contexto, unas coordenadas que son políticas. Lo vemos más claro estos días, en los que salimos de una experiencia colectiva de duelo buscando ansiosamente la «normalidad» sin pararnos a pensar en que el futuro distópico ya está aquí y que la única salida es colectiva, o todes o ninguna. Nos duele el dolor ajeno, que tantas veces queremos tapar porque no somos capaces de acompañarlo. Pero de eso se trata, de aprender a acompañarnos.