El mundo parece haber entrado en una espiral de individualismo sin límites: se diría que hemos venido a este mundo solo a competir. El egoísmo, la arrogancia y la mentira se exhiben públicamente sin rastro de vergüenza. Todo esto contrasta con la abrumadora evidencia científica de que el individualismo y el egoísmo conducen a la insatisfacción, las sociedades con menos desigualdades son mejores en múltiples sentidos y la cooperación es más sana y más productiva que la competición. Esa certidumbre que nos aportan la psicología, la sociología, la antropología y la primatología (entre otras disciplinas) demuestra que los valores que hoy nos rigen colectivamente encierran un espejismo y son contraproducentes. Además, lo que la ciencia del siglo XXI nos revela sobre el individualismo y el egoísmo coincide con lo que, siglos atrás, afirmaban los entonces considerados portadores de sabiduría.