Xuxo Ruiz, maestro de primaria en una escuela rural de un pueblo andaluz, sintió una pasión absoluta por la magia desde que era niño.
Al principio la usaba en sus clases para entretener a los niños. Se preguntó entonces si la magia podría ser útil como herramienta pedagógica: ¿podía servir para repasar asignaturas, ejercitar el cálculo o aclarar conceptos de ciencias?
Durante quince años investigó y desarrolló trucos de magia adaptados a los contenidos curriculares. Y descubrió que la magia era eficaz y adaptable, no sólo para despertar la curiosidad, sino para explicar contenidos difíciles de entender.
En las clases de Xuxo Ruiz, sus alumnos y alumnas también acaban convertidos en pequeños magos. Algo que él utiliza para transmitirles valores y habilidades, como la cooperación o la capacidad de hablar en público.
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