En el mundo hay aproximadamente 2000 cetáceos que viven en cautividad en unos 60 países. De los 34 delfinarios que hay activos en Europa, 12 están en España. A pesar de que la opinión social está cada vez más convencida de que ni la mayor de las piscinas puede garantizar el bienestar de orcas, delfines y belugas; las empresas que gestionan estos centros insisten en que los animales están sanos y en que cumplen una función de conservación y educación importante. El espacio limitado, la estructura social artificial, el ambiente sin estímulos, los ruidos del entorno y la restricción comportamental tienen consecuencias en los animales tales como las lesiones por peleas, los problemas dentales por estereotipias o las infecciones oportunistas por estrés. El descenso de los visitantes, las fuertes críticas y los cambios legislativos de los últimos años generan miedo y desconfianza a estas empresas que se aferran a sus pobres argumentos para seguir sometiendo a su antojo a estos fascinantes mamíferos marinos. La voluntad de las entidades para buscar salida a los animales que viven actualmente en esas condiciones se ve reflejada en la cantidad de proyectos de refugios marinos que pretenden darles cabida a medida que cierren los delfinarios.