GUILLERMO GARCIA PRIETO
Corre el año de 1942 y César Iriarte debe viajar en barco desde la ciudad de Cádiz hasta Buenos Aires. En una carta, enviada por el abogado bonaerense Reinaldo Sanguinetti, se le ha informado del fallecimiento de su amigo y antiguo socio Máximo Neri. Al no tener familia, Neri le pide a César que viaje a Argentina, adopte a su nieto Mario Neri, de ocho años, y regrese con él a España. Si César cumple sus deseos, considerará saldada la deuda contraída quince años atrás, cuando Máximo salva la vida a César tras un tiroteo entre bandas rivales. Nada más poner un pie en Puerto Madero, en la capital argentina, César se da cuenta de que está siendo vigilado y han registrado la habitación del hotel donde se hospeda. Además, una nota anónima le insta a no confiar en nadie y regresar a España con Mario cuanto antes. Más adelante, Sanguinetti le entrega otra misiva en la que Máximo le ruega, en un lenguaje ambiguo, que siga todas las indicaciones de su nieto; de lo contrario podría arrepentirse.