En la tradición política liberal se puede rastrear una indudable co-extensión entre lo público y lo político, de tal forma que ciertos contextos de la actividad humana, como son los relativos a la vida «privada» y «familiar» de los individuos, por usar la retórica de la Convención Europea de los Derechos Humanos, permanecen ajenos a la intervención del poder público. La cuestión es si, como resumen las teóricas del feminismo con el lema «lo personal es político», tal cosa es posible. En esta charla tratará de mostrar que el feminismo tiene razón en ese punto – el poder público ni puede ni debe dejar de intervenir en el dominio de lo personal-privado, incluso en lo más íntimo, lo sexual- pero que la cuestión relevante no es la de si «lo sexual es político», pues no puede dejar de serlo, sino cómo ha de serlo. La discusión pertinente y urgente no es si el poder público debe o no interferir en el dominio de lo privado, sino la de cómo debe hacerlo, qué razones esgrime para hacerlo y si hay algún espacio para la neutralidad en el ámbito sexual tal y como postula el pensamiento liberal.