La novela lleva al espectador en volandas a una imaginaria calle de un barrio obrero de una ciudad sureña, costera, a principios de los años 80 del siglo XX. Una calle mítica donde convive un vecindario heterogéneo unido por el dueño de un ultramarinos con bar incorporado en el que podía suceder cualquier cosa, por muy disparatada que pudiera parecer.
Una calle y un barrio donde la vía del tren hace las veces de frontera.
En esa atmósfera conviven sin conocerse Cristo y Marina, un adolescente y una niña, ambos sin padre, de media sangre, a los que el peligro que los rodea une para siempre. Dos supervivientes en un mundo lleno de seres que, como ellos, conviven con sus propias tragedias y saben reírse de su cotidianidad.