De Antonio Otero Seco (1905-1970)
Condenado por el régimen en ignominioso consejo de guerra a treinta años de prisión, Otero Seco padeció la crudeza de las cárceles franquistas. Después de su excarcelación, volvió a sufrir detenciones y torturas hasta conseguir huir a Francia, disfrazado de cura y con documentación falsa, en 1947. Ahí empieza su segunda vida, en la que siempre estuvo presente una punzante nostalgia por la patria perdida. Enseñó español desde 1952 en la Universidad de Rennes. Admirado y querido por sus alumnos, según el hispanista bretón Jean-François Botrel, Otero Seco era «un caballero triste y melancólico, bondadoso y retraído a la vez, ejemplo de dignidad en la adversidad». Hasta 1956 no pudo reunir junto a él a su familia. Desde 1967 fue crítico en Le Monde, donde dio a conocer lo mejor de la literatura española contemporánea.