De Francisco Pérez, El Capitán de las Dunas,
En el libro recupera la imagen de una época dorada de Punta Umbría.
Es la Punta Umbría que su abuelo, Pedro Gómez, pintó hasta el mismo momento de su muerte y de la que, en el libro se incluyen algunas imágenes y dibujos que el pintor realizó con su nieto como testigo, y en la que el autor dio sus primeros pasos titubeantes de niño que fue creciendo viendo como pasaba “el tiempo, sobre todo el tiempo, que se marchó entre los dedos como lo haría el agua de su mar o la arena de su playa”.
ZÁLASSA es un excelente ejercicio de prosa poética, imprescindible en la obra literaria del Capitán de las Dunas, autor nacido en Huelva que ha dedicado su vida a la enseñanza y al Arte, como pintor, poeta y escritor, publicando libros como “Grial”, “Los primordiales”, “El juego de la oca”, “Huelva. Guía para visionarios” y “La mano y la pared”.
En esta obra ofrece la oportunidad de un paseo posible por unas calles en otra época arenadas y ahora llenas de recuerdos que, como fantasmas benefactores, siempre miran a un mar de los mitos, “universal y múltiple, divino y humano, inalcanzable y próximo”, con el que dibujar un mapa emocional y sentimental que sirve de guía para seguir la ruta de recuerdos y emociones siempre presentes en quienes tuvieron el privilegio de conocer una Punta Umbría que se resisten en dejar solo en el cajón de los sueños vividos.
Un mapa que, para el Capitán de las Dunas “también existe para que los hombres que no quieren perder su alma lo guarden en su bolsillo y a la luz de las claras estrellas lo recorran con su dedo y lo detengan allí donde su corazón se sobresalte”.
ZÁLASSA trata al mar como a una antigua religión y le ofrece su liturgia y su obligada reverencia. En este caso el templo donde se celebran los sagrados oficios es la Punta Umbría de ayer, la recordada, la perdida para siempre como tantas otras cosas de la vieja Huelva, y el ritual es el que brota de la profunda nostalgia de la niñez y la juventud que Francisco Pérez tuvo la suerte de vivir allí junto a su gente, a su mar, a la trascendencia de su belleza y la santidad de sus sencillos asuntos cotidianos.