El Santuario de la Puerta del Sol de Puente Tablas en Jaén (siglos V - IV antes de Cristo) revive estos días el ritual íbero del equinoccio de otoño, un encuentro "muy particular" entre dos dioses, femenino y masculino, de la cultura ibera.
Programa HISTORIA Y AVENTURA EN “JAÉN PARAÍSO INTERIOR”
Las primeras luces del amanecer, atravesando el centro de la Puerta del Sol, son para la diosa, una estela antropomorfa de la misma hallada en la excavación en 2012 en la que se puede ver unos brazos esculpidos sobre el vientre con marcas de una tiara y un manto, y que habría sostenido entre las manos un disco solar con el que recibiría la luz. De forma paralela, cuando ésta se ensombrece, la luz llega al interior de una cueva del santuario, situado a unos 40 metros, en un juego de luces para nada casual sino fruto de una obra de ingeniería ibera.
Se trata de un juego de sombras y luces, que durante 45 minutos, narran un mito relacionado con la fecundidad de la naturaleza, la vida y la muerte, la riqueza y quizás el amor. Por un lado está la deidad femenina representada en la piedra, y por otro la divinidad masculina, el sol, y como ocurre en ritos fenicios, podría representar un encuentro místico en el que la diosa recibe la fuerza para bajar a los infiernos y resucitar al sol. Un rito por el que se pasa de la muerte a la vida, con una función "claramente de culto", dedicada a la fecundidad de la naturaleza, al crecimiento de los frutos, desde que comienza en primavera hasta que finaliza con la llegada del otoño, momento en el que la diosa era guardada en una pequeña capilla, que los trabajos arqueológicos dejaron al descubierto junto a la puerta.