Los vinos de hielo son una de las rarezas más extremas que atesora el viñedo mundial: maravillas líquidas elaboradas al límite de lo imposible, cuando ya el invierno se ha apoderado de las viñas y las uvas no tienen más recursos que concentrar sus azúcares ante el inevitable congelamiento. Federico Oldenburg
El origen de estos vinos se remonta al siglo XVIII en la región de Franconia (norte de la Baviera Alemana). Los vinos de hielo son escasos, extremadamente dulces y de muchísima calidad, no dependen de una variedad de uva concreta, sino de un tipo de viticultura y vinificación.
Las uvas deben ser vendimiadas a mano en estado de congelación en el racimo y prensadas con los cristales de hielo, lo que provoca una alta concentración de azúcares y ácidos debido a la deshidratación, mejorándose de este modo la extracción de compuestos aromáticos y sápidos.
Este tipo de vino se obtiene en regiones frías de países con bajas temperaturas. Se elaboran vinos de hielo en Canadá –que es el mayor productor mundial-, Estados Unidos, Alemania, Austria, Suiza y Luxemburgo.