La historia del cine turco desde 1950 hasta los años 60 ha sido esporádica y desconocida, luego llegó la edad de oro en torno a la productora Yesilçam, de Estambul. Algo del esplendor de esos años, entre los cincuenta y los setenta se desarrolló una gran producción de filmes de serie B, que compitió con las grandes producciones de Hollywood.
Las cifras de estos años convirtieron a Turquía en el quinto productor mundial. El Festival de Cine de Estambul, hace una gran labor de difusión sirve de puente para las audiencias y los profesionales del medio.
El director más reconocido en cine de autor es Nuri Bilge Ceylan, quien dota a sus películas de una visión dramática y psicológica mostrando los conflictos de una clase intelectual emocionalmente empobrecida y los sectores sociales menos privilegiados. Uzak, de 2003, ganó el Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes. Cinco años más tarde, en el mismo evento, Bilge Ceylan sería reconocido como mejor director por Three Monkeys; y en 2014, su filme Winter Sleep se llevó la Palma de Oro.
Al segundo grupo de películas pertenece Ayla, que en 2017 se convirtió en la más taquillera de la historia del cine de Turquía. Este emotivo largometraje, dirigido por Can Ulkay, se basa en la historia real entre un soldado del ejército turco en la guerra de Corea y una pequeña niña a la que este encuentra y decide proteger.
Fuera de las fronteras nacionales o con apoyo de otras industrias cinematográficas es Yol (1982), que retrata la nación de los días posteriores al golpe de Estado de 1980. Yilmaz Güney escribió el guión, pero no lo pudo dirigir por estar preso. Su asistente Serif Gören se encargó del rodaje, siguiendo las instrucciones de Güney, quien finalmente pudo editar la película en Suiza. El jurado de Cannes, del que hacía parte Gabriel García Márquez, premió la película con la Palma de Oro, junto con otro filme intensamente político: Missing, de Costa Gavras.
Fatih Akin, director de origen turco pero nacido en Alemania, denuncia los conflictos de la identidad turca en la diáspora y el racismo de la Europa civilizada. Entre estos últimos están Polluting Paradise (2012), que denuncia cómo el pueblo de sus abuelos fue convertido en un vertedero de basura por el gobierno turco, y Cruzando el puente (2005), que en un tono muy distinto reivindica la potencia multicultural de Estambul y su palpitante escena musical.
Otra película de la diáspora turca es Mustang (2015), candidata al Oscar como mejor película de habla no inglesa, de la nacionalizada francesa Deniz Gamze Ergüven. Esta película, ambientada en un pueblo turco, se acerca a la vida y la tragedia de cinco hermanas huérfanas que padecen el rigor de una sociedad conservadora.
Las series turcas, algunas tan conocidas como El Sultán o ¿Qué culpa tiene Fatmagul?, han tenido un alto latinoamerica, se reconocen en problemáticas comunes como las fracturas entre tradición y progreso, una tensión que parece estar en el centro de muchas otras que encuentran salida –y lugar– en una producción sorprendente y que merece ser descubierta con paciencia.