Alan Riding (Río de Janeiro,1943) es un corresponsal estrella del New York Time y un cronista sorprendente de un tiempo ido pero no menos cercano.
Riding vive en París, con su mujer, la no menos conocida reportera Marlise Simons, donde tiene su base de operaciones, pero sería igualmente ciudadano del mundo, un furibundo cosmopolita, si viviera en plena Amazonia. Así es de inquieto y de curioso desde que empezó a dedicarse al periodismo con altura de miras
Riding es autor de diversos títulos, pero el que le ha dado fama mundial es Y siguió la fiesta: el París cultural ocupado por los nazis, donde narra la vinculación, de una u otra manera, de los intelectuales y artistas franceses sobre todo parisinos) con la maquinaria de propaganda alemana. El autor de este libro, tan polémico como brillante, ha desmontado el mito de la Resistencia Francesa, que no empezó a actuar sino muy tardíamente, a partir de fines del 43, cuando ya parecía que Alemania sería derrotada.
Por este libro desfilan un largo elenco de escritores y artistas que colaboraron, con mayor o menor intensidad, con las autoridades de la ocupación alemana, proclive a la delación, las torturas, la traición y el soborno. A los franceses de la colaboración -Brasillach, Drieu de la Rochelle, Rebatet, y un largo etcétera con razones de diversa índole-, le siguieron los llamados atentistas, los que dejaron hacer, los que siguieron estrenando obras, inaugurando, presentando libros, cenando en grandes restaurantes…mientras se ponían una venda en los ojos para no ver lo que estaba ocurriendo al otro lado: la matanza de judíos, de disidentes, de todo tipo de indeseables sociales.