Es posible que una de las actividades más antiguas de la humanidad sea contar historias. Se podría imaginar que desde que el lenguaje oral cobró vida en un grupo humano unas personas cuentan historias a otras: contar es escuchar. Los buenos cuentos resultan de los conflictos humanos, y su relato aporta enseñanzas para vivir. En las edades más tempranas, con más razón, necesitamos poner voz a esos mapas de conocimiento del mundo y de reconocimiento de las emociones para aproximarnos desde la fantasía a la realidad.