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Frankie Manning, uno de los creadores del estilo lindy hop, decía que durante los dos minutos y medio que dura una canción permaneces enamorado de su música y de la persona con la que la estás bailando: un triángulo amoroso perfecto en el que no sabes a quién elegir. Manning hablaba del swing, ese género musical eléctrico, vivaz y contagioso que alberga al lindy hop y que, como muchos otros, surgió del jazz.
En el baile está siempre la felicidad, pero hay quien cree que en el swing, y más en concreto en el lindy hop, existe un júbilo adicional que tal vez tiene que ver con su virtuosismo, con su nerviosidad, con la acrobacia sentimental de sus pasos. Se puede bailar también en solitario, pero la alegría que inspira, según sus devotos, nunca deja de recordar al amor.