Nuestros sufrimientos y desvelos son experimentados como momentos de zozobra en situaciones de exigencia máxima. Son momentos en los que el destino parece tomarnos como individuos y plantearnos la inutilidad de nuestras convicciones, estilos de vida y proyectos, colocándonos en la duda en las decisiones y en el dolor por la renuncia a lo que con anterioridad pareció seguro y acogedor. La soledad y la incertidumbre nos someten y pueden llevarnos a la desesperación. En esos momentos aún nos queda, sin embargo, una brújula: la guía del encuentro con los vínculos de nuestros sistemas familiares, pasado y actual, que nos resitúan en nuestra historia, nada solitaria como podemos creer, orientándonos en lo que es importante y lo que no lo es, lo que nos llena y lo que nos sobra, lo que es aquello en lo que podemos apoyarnos para sentirnos vivos.