Ya en el año 1949, D. A. Allen, cuando era Director del “Real Museo de Escocia”, en una ponencia que dirigió a la “Real Sociedad de las Artes de Londres”, decía lo siguiente: "Los museos son educación. Existen para ampliarla; sin ella no pueden ser ni financiados, ni mantenidos, ni utilizados".
Y es que parece evidente que, si el museo está preparado para exhibir (arte, historia, ciencia o cualquier otra disciplina), dicha exhibición ha de tener una razón de ser; a saber: los fondos museísticos se exponen para difundir a la sociedad unos contenidos (ya sean artísticos, históricos, científicos o de cualquier otro tipo) que han de ser perfectamente inteligibles por parte del público. Nota: cuando hablamos de "museo" utilizamos el término en su más amplia acepción y nos referimos también a todo fenómeno expositivo, con independencia de la tipología y de la naturaleza del agente convocante (centro cultural, galería de arte, fundación...).
Es así que la didáctica se configura como un intermediario esencial entre el público y los contenidos del museo, de forma tal que, si las actividades didácticas se alejan de su rol de intermediación, el museo pierde su contacto con el público y pierde, incluso, su razón de ser.
Por último, y como recogen las definiciones oficiales, hay que recordar que el museo ha de ser una institución abierta, viva y dinámica, un lugar de encuentro. Y hay que recordar también que ya en el año 1966, el ICOM, en su Conferencia General, fijó las directrices sobre educación y acción cultural y didáctica en los museos, y que han sido desarrolladas continuamente y hasta la actualidad.