Decía el actor George Jessel que el cerebro humano empieza a funcionar el día que naces y no se detiene hasta que sales a hablar en público. Y es que el miedo a hablar en público está tan extendido que hasta tiene nombre propio: glosofobia.

Hace años, los discursos públicos estaban reservados a los grandes oradores. Poca gente estudiaba o practicaba este arte. Sin embargo, hoy en día, no es así. En un mundo donde todo está conectado y el intercambio de información es una de las claves del éxito, la mayoría de personas se enfrentan con frecuencia a situaciones estresantes que exigen de una habilidad oratoria: presentar las conclusiones de un estudio en la empresa, divulgar una información ante un auditorio, hablar en una reunión de vecinos, presentar un proyecto en clase, etc.

El fenómeno del pánico escénico se explica a menudo por dos grandes teorías. La más aceptada defiende que ese miedo se ha ido creando desde la infancia con experiencias que han provocado que el cerebro identifique hablar en público con algo peligroso. Estas experiencias generan creencias que son las que transportan a ese estado de miedo cuando se presenta una experiencia similar. La segunda explicación va más allá de lo racional y sitúa el nacimiento de este miedo en la parte del cerebro más primitiva. A la que  Emilio Duró llama la reptiliana. Estar sólo, enfrente de una multitud, le da al cerebro una señal de peligro. Sin haber un peligro real, parte de la mente lo percibe como tal.

Hablar en público no es una habilidad innata o heredada, por el contrario, se trata de una habilidad que se desarrolla y se aprende a través de técnicas y práctica. Poder trabajar técnicas simples para vencer el bloqueo o superar la inhibición, es una actividad que en muy poco tiempo comienza a dar sus frutos.

El miedo a hablar en público es, sin lugar a dudas, un limitador en la vida de cualquier persona, y podría decirse que expresa la necesidad de adquirir habilidades en gestión emocional. Se pueden trabajar técnicas sencillas para aprender a tener las herramientas necesarias que ayuden al individuo a gestionar esas emociones que, llegado el momento, juegan en contra.

Norberto Rizzo es actor, cantante, director y Magister en Gestión Cultural: Música, Teatro y Danza por el ICCMU – Universidad Complutense de Madrid. Desde el año 2017 es Académico de la Academia de las Artes Escénicas de España. Cuenta con 32 años de experiencia profesional, trabajo en teatro, radio, prensa escrita y televisión en Argentina, España, Italia, Portugal, Rep. Dominicana, Chile y Perú. En la actualidad es consultor y experto del Proyecto Europeo ONSCENE que centra su atención en el ámbito de la formación para profesionales de la escenografía y construcción de escenarios para teatro, cine y televisión en 4 países europeos.

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