En la historia del arte ruso, el periodo comprendido entre las décadas de 1930 y 1950 es sumamente contradictorio.
El régimen totalitario establecido entonces en la Unión Soviética controlaba todos los aspectos de la vida de los ciudadanos; incluso el proceso artístico fue regulado por el estado. La función principal del arte era producir propaganda con un objetivo: «la transformación ideológica y la educación de los trabajadores en el espíritu del socialismo».
El realismo socialista se convirtió en el lenguaje obligatorio para todo el arte soviético. Los artistas tenían que crear, con modos de expresión comprensibles para las grandes masas, una imagen convincente de un estado poderoso, justo y próspero en el que, gracias a la victoria del socialismo, todos los ciudadanos eran felices y estaban llenos de solícito entusiasmo.
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