Exposición fotográfica de Isabel Aranda.

La mentira sería la cara opuesta a la memoria: Pinocho desvalido cuelga en su condición de títere castigado por la mentira y redimido por la verdad.

Isabel Aranda despliega una serie de imágenes que contienen, a su vez, imágenes significadas en el recuerdo. Elabora un gran collage en el que, como si de una matrioshka se tratara, surgen los recuerdos envueltos en papel de celofán. Pósters, pizarras, globos, rayuelas se funden con la música biográfica de la autora, con sus viajes y con los libros que le hicieron cambiar su mirada del mundo. Se puede atravesar desde los explosivos años sesenta hasta nuestros días pero, en ese viaje, lo que más cuenta, es la mirada hacia la propia vida de la autora, el detalle preciso guardado en cualquier parte de su cerebro, lo poético del recuerdo.

Así, estamos ante una autobiografía en la que la memoria se escenifica a través de fotografías llenas de carnalidad y pensamiento insertos en verdes, azules y ocres tamizados por el mate esencial del paso del tiempo. El color descansa en el color, la textura se adecúa a la búsqueda de la verdad a través de la memoria.