Exposición del artista Paco Lara-Barranco bajo el comisariado de Fernando Barrionuevo.
En materia de arte, el trabajo de Paco Lara-Barranco (Torredonjimeno, Jaén, 1964), afincado en Sevilla, indaga desde finales de los 80 en la producción de obras que sean “lo más autónomas posible” de sus propias decisiones y, al mismo tiempo, en otras tantas, a las que encuadró bajo el signo de proyectos de larga duración en el tiempo, que estuvieran conectadas al curso natural de la vida. Esta forma de pensamiento ha puesto el acento, desde entonces, en la obra en sí, en cómo debía ser concebida y más tarde elaborada.
El conjunto de pinturas bajo el título 'Adonde conducen algunos sueños', reúne una particular selección de obras pertenecientes a las dos últimas series acometidas por el pintor: Entre lo visible y lo invisible (2018-2021) y Completando dibujo (2015-2018).
Las pinturas reflejan la investigación llevada a cabo en un período de 6 años. Son el fruto de “los sueños del pintor”. Una forma poética de referir al lugar donde puso el acento su mirada. Las obras expresan aquello que surgió tras una búsqueda persistente y obstinada. Ofrecen en imágenes los resultados de una indagación, determinada por la búsqueda del hallazgo antes que insistir en lo ya conocido. La investigación subraya el hecho de que la pintura sea ante todo pintura.
El azar, el juego y el tiempo han sido agentes protagonistas, y fundamentales, para la construcción de las obras. De ahí que, el autor haya buscado en métodos y en medios desconocidos, si con eso creía que podría ser posible algún descubrimiento. Por lo anterior, las decisiones del pintor han puesto el acento en que la pintura no sea solo un producto, es ante todo un proceso. Se pretende con ello que cada pintura hable por sí misma, a través del color, la materia y el juego con la ocultación. Unas capas de pintura, las más cercanas que son contempladas por el espectador, tapan en su totalidad o parcialmente a otras que fueron colocadas en los primeros momentos del proceso en la superficie del cuadro. Se trata, por tanto, de cuestionar la pintura, “ocultando” partes de la misma. Cuando se ocultan zonas para siempre, y otras permanecen visibles parcialmente, se está insistiendo en el desarrollo de una tipología de obras que sean lo más autónomas posible a las decisiones del autor —esto es así porque, realmente, no se controla todo el proceso de elaboración del cuadro en su totalidad.
Cuando se arrojan formas de papel —unas recortadas por el autor y otras que son fruto del azar al haber sido encontradas durante un paseo—, sobre el soporte dispuesto en el suelo del estudio, el azar juega un papel determinante en esos primeros y cruciales momentos de la construcción de la pintura. Lo que va aconteciendo no representa nada. Por el contrario, se presenta de forma literal como lo que es: forma y materia pictórica dispuestas sobre una superficie que, a la vez, es soporte. Hay pocas cosas preconcebidas durante el proceso pictórico. Esta forma de proceder obedece a una forma de decisión, que está determinada por el instinto y la intuición. También, en ese proceso de construcción de la pintura, hay otra forma de decisión, aquella otra, más consciente, que incide en “coser” aquellas partes inconexas que requieren de un puente para permitir su relación. Se añaden entonces elementos que organizan la sintaxis de la pintura, de forma más reflexiva.
La intervención del espectador en el acto creativo deviene esencial. Su papel, no está condicionado ante la presencia “de una imagen concreta” —que pueda reconocer. Todo lo contrario, frente a la pintura —por todo lo que se oculta y queda semioculto— quien mira el cuadro podrá sentirse libre, dado que “ve” lo que quiere ver.