de Johanna Ehde y Andy G. Vidal. Una serie de instalaciones que tienen como eje el ruido.
Según los artistas, las crisis también pueden ser expresadas mediante el sonido, y específicamente mediante el ruido, que funciona perfectamente como una economía de la disrupción.
El ruido contiene un remanente negativo. El ruido implica perturbación, interferencia, molestia. El ruido se convierte en materia fuera de lugar. Sin embargo, esto no significa necesariamente, disrupción bajo cualquier medio. Aceptar el ruido y lo disruptivo puede implicar aceptar lo múltiple, lo plural y el rechazo de categorías y jerarquizaciones. En este sentido el ruido puede considerarse un método para “poner en crisis” aquello que es discriminatorio.