El paisaje ocupa un lugar esencial en la obra de Juan Lacomba. Desde los paisajes emblemáticos de finales de los setenta, los retratos del artista en el paisaje urbano de París de los primeros ochenta, para después -ya de vuelta en Carmona- dedicar buena parte de su producción de los ochenta al territorio en el que vivió y pintó, con hitos significativos como la serie dedicada al Picacho en la que ofrece su testimonio de la herencia cultural, la huella romántica y da cuenta del
paso del tiempo en el paisaje de la vega de Carmona. Sin embargo es desde mediados de la década de los años noventa cuando se siente atraído por Doñana y sus marismas, a las que dedica casi exclusivamente su pintura de estos años, iniciando una serie pictórica sobre el paisaje y los elementos de ese enclave privilegiado. Incluso trasladó su estudio a una finca en La Puebla del Río para vivir y sentir más profundamente el territorio que estaba pintando.
La exposición contará con alrededor de 65 obras, todas óleos sobre lienzo o sobre papel reentelado en lienzo y abarcan una arco temporal que va desde 1994 hasta 2014. Dentro del conjunto habrá visiones que van desde la panorámica a lo microscópico, donde aparecen formas orgánicas elementales que remiten a la semilla y a los procesos de germinación y crecimiento en la naturaleza.
Los animales totémicos de la marisma (tortuga, ciervo, serpiente); las epifanías que el artista detecta, el poder de los espejismos; las condiciones de la marisma como laboratorio de vida y la multitud de formas orgánicas; la serie de los nocturnos; los trasuntos de la regeneración de la vida y el discurrir de la estaciones y, en definitiva, el conocimiento profundo prendido en el artista por la frecuentación del lugar, la observación atenta, el uso de los modos de vida que la marisma impone, donde la memoria de las cosas y la pintura se aúnan en una
experiencia donde se alcanza una relación muy estrecha entre la geografía como lugar y la pintura.