Diálogos entre las artes y las letras andaluzas a caballo entre dos siglos (1917-2017).

Aunque las artes y las letras se desarrollaron en paralelo mucho antes de que Gutenberg inventara la imprenta de tipos móviles e imprimiera su Biblia de 42 líneas en 1452, y de esos tiempos pretéritos se conservan a buen recaudo, como las verdaderas joyas que son, ejemplares únicos de muchos códices medievales y de épocas posteriores delicadamente ilustrados, ha sido justamente en el siglo XX y en lo que llevamos transitado del XXI cuando ese diálogo entre artes y las letras ha alcanzado su mayor desarrollo y difusión, para así crear un género híbrido por ese afortunado hermanamiento entre dos disciplinas bien distintas, que tiene entidad propia y un mercado específico cada vez más pujante.

Esta colaboración entre escritores y pintores se fue enriqueciendo con otras posibilidades y nuevos matices, puesto que se empezaron a producir obras en las que estas imágenes pasaron de ser mero complemento ilustrativo del texto, a establecerse entre ambos un definitivo diálogo en igualdad de condiciones y de posibilidades, cuando los proyectos se planteaban como una colaboración entre artistas de distintas disciplinas y sin un patrón previo establecido: si a veces los pintores creaban sus obras a partir de un texto clásico ya existente, reinterpretándolo en imágenes –como es el caso de los sonetos de Góngora ilustrados por Picasso, cuya edición de 1948 se presenta en esta muestra-, o bien algún escrito de autor coetáneo concebido por encargo para la ocasión –como ocurre en “Elegías”, la colaboración de los granadinos Luis García Montero y Juan Vida- , en otras ocasiones fueron los escritores quienes fabularon a partir de imágenes ya existentes, o viceversa, que servían como punto de partida para alimentar las imaginaciones de los autores y, finalmente, del público al que se destinaban.

Durante las primeras décadas del siglo XX, la proliferación de libros y revistas en los que se interrelacionaron las artes plásticas y la literatura acabó por definir un campo de acción del que surgieron grandes hallazgos gráficos, literarios y, a la postre, editoriales, alentados por ese afán de experimentación que caracterizó a los artistas integrados en los distintos movimientos de las vanguardias de entreguerras. Y, más concretamente en España, cuando eclosionó en distintos puntos de nuestra geografía aquel grupo de poetas y artistas que hoy conocemos como Generación del 27, con el que se alcanza un estado de gracia en esas colaboraciones que ha quedado señalado como la “edad de plata” de nuestra cultura y como verdadero paradigma para las generaciones posteriores, que siguen bebiendo aún de los deslumbrantes hallazgos que apagó y dejó en estado latente el estallido y los tres años de lucha fraticida, y la larga y cenicienta posguerra posterior, hasta la recuperación de las libertades en el segundo lustro de los setenta.

Por ser Andalucía tierra pródiga en artistas plásticos y escritores, hay un abundante catálogo de ediciones de arte y bibliofilia que la vinculan al hilo argumental de esta propuesta expositiva, y por eso una amplia selección de ellas le dan contenido, bien sea porque andaluces sean tanto el pintor como el escritor, o tan solo uno de ellos lo es y con su colaboración tiende puentes emocionales hacia otros ámbitos: ciñéndonos a la bisagra temporal que recoge esta exposición, el recorrido se abre en 1917 con la edición popular de “El caudillo de las manos rojas” de Gustavo Adolfo Bécquer, recala en el ecuador del pasado sigo con la bella edición de los “Sonetos” de Luis de Góngora ilustrados por Picasso (1948) para enlazar dos centurias muy distantes en el tiempo pero paralelas en intensidad creativa; cambia de siglo con las citadas“Elegías” serigráficas de Juan Vida dialogando con poemas de Luis García Montero, en 1999, y “El tiempo vuela” de Soledad Sevilla y Rafael Juárez en el año 2.000, para adentrarse en el XXI con la edición de “Ocnos” de Cernuda con litografías de Carmen Laffón, en 2002, y acercarse a nuestro presente inmediato con los “Palimpsestos” de Federico García Lorca y Emilio Sdun, así como “Imágenes, una voz” de José María Guelbenzu y Luis Gordillo, en 2009. Y concluye con “Vitoria”, el poema escrito e ilustrado por José María Prieto en su doble vertiente creativa, inédito hasta el momento de presentarse ahora y aquí, en “Andalucía, imagen y palabra”.

Con todo, puesto que este recorrido por un siglo de arte y bibliografía es inabarcable en toda su extensión, plantear una exposición como ésta obliga –por motivos de espacio- a presentar tan solo un muestreo de lo que los escritores y pintores andaluces han venido produciendo, con intención de primar aquellas ediciones en las que ambos creadores hayan nacido en territorio andalusí, pero –haciendo hincapié en el concepto inicial de hermanamiento que le da sentido a esta muestra– incluir también a autores de otras tierras que, al colaborar con creadores andaluces, han propiciado que la obra de éstos se difunda en otros lugares a los que quizás nunca habrían llegado de no haber fructificado estos flujos creativos: es el caso, doblando el mapa, de la colaboración entre el poeta malagueño José Infante y el pintor gallego Roberto González Fernández. Y dentro de esa obligada selección, también es preciso matizar que se ha primado a la poesía sobre la prosa, por razones de proporcionalidad, y a aquellas ediciones que están temporalmente más cercanas a la sensibilidad del público al que se dirige, justo el de hoy, y a una gran variedad de técnicas clásicas –litografía, grabado, serigrafía, ófset,…-  que le aporten un sentido didáctico, pero sin descartar los extremos de ese espectro que va desde la íntima desnudez de los poemas autógrafos que aportan Rafael Juárez y José María Prieto, a la impresión digital de las imágenes que Faustino Rodríguez generó por ordenador para ilustrar los “Cadáveres tan hermosos” del también onubense Juan Cobos Wilkins.

Además de estas ediciones creadas para un mercado muy especializado, hay también todo un universo de publicaciones de más amplia difusión y vinculadas a una temporalidad fija, pero muy cuidadas formalmente, en las que también se hermanan la literatura y la ilustración: libros, revistas, pliegos, y “plaquettes”… que con su calidad y la inestimable ayuda del tiempo que pasa, terminan por encontrar su lugar de privilegio en las bibliotecas más exigentes. Y de ellas hay también en esta exposición un amplio muestrario de publicaciones con alma y cuerpo andaluces: los “Pliegos del Agua” editados en Granada en 1981, los conmemorativos Tres arcángeles de Federico García Lorca y Julio Juste en 1986, la revista sevillana “Separata” y la granadina “Trames”, o aquellos “ConDados de Niebla” que surgían desde Huelva en las postrimerías del pasado siglo para abrirse a otros mundos, siempre trufados con encartes y otras exquisitas sorpresas.

En definitiva, “Andalucía, imagen y palabra” es una exposición concebida por Pablo Sycet Torres para llevar de vuelta a la calle aquellas voces que de ella surgieron, y así poner en valor un patrimonio insustituible para entender cómo las distintas ramas de la creación se acercan, se unen en una ósmosis milagrosa, y se fecundan con resultados que, como ahora podemos ver, son absolutamente deslumbrantes.