38º FESTIVAL INTERNACIONAL DE JAZZ DE GRANADA
Comisaría: Toni Picazo. Organizan: Festival de Jazz de Granada, Col·lecció Andreu Alfaro, Contemporánea, Ayuntamiento de Granada y Agencia Albaicín.
La exposición “Andreu Alfaro. La pasión por el Jazz” reúne una selección de esculturas y dibujos pertenecientes a la serie Jazz (1994), serie en la que el artista valenciano rinde tributo a esta música de raíz afroamericana y que constituye una de las contribuciones más relevantes a la historia de la relación del jazz con las artes visuales.
Surgidas al calor de la escucha, estas esculturas y dibujos evocan con maestría el ritmo y energía del jazz, el fulgor de los instrumentos, incluidos la voz y el cuerpo, la atmósfera de intimidad y de gozo que concita. Así mismo resumen los rasgos que definen el estilo del creador valenciano: la diversidad de registros, desde la abstracción a la semiguración, diálogo con la tradición de las Bellas Artes, vinculación con su biografía y su compromiso social, y, especialmente, la interpretación de la escultura como dibujo resuelto en clave tridimensional, como dibujo en el espacio.
Pese a los elogios dispensados por la crítica, se trata de obras mostradas pocas veces en público. Los amantes del jazz y del arte tienen la oportunidad de disfrutarlas en nuestra ciudad gracias a los organizadores de esta muestra: el Festival de Jazz, la Fundación Alfaro, el Ayuntamiento de Granada y Contemporánea.
Andreu Alfaro (Valencia, 1929 - Godella, 2013)
Fue un apasionado del jazz y en especial de sus legendarias figuras norteamericanas. En 1994, consagrado como uno de los máximos exponentes de la renovación de la escultura, rinde tributo a “la música de los negros norteamericanos que tanta alegría apasionada me ha proporcionado, desde el corazón a los pies, a lo largo de toda mi vida» a través de la serie Jazz.
Desde sus orígenes, el jazz ha inspirado a artistas como Matissse, Mondrian, Pollock o Friedlander. También le consagraron obras Picasso, Tàpies, Guinovart y otros artistas del grupo Dau al Set. Sin embargo, el acercamiento al jazz desde la escultura apenas contaba con antecedentes. De ahí el interés suplementario de la propuesta de Alfaro, más allá su innegable calidad artística.
Alfaro equipara el jazz y el flamenco en la capacidad de ambas músicas de “cantar las penas para transformarlas en gozo”, una actitud que le transportaba a su infancia cuando “oía las canciones de las criadas, como se decía entonces, que se contestaban las unas a las otras cantando desde los patios mientras cocinaban o tendían la ropa”.