Ciertamente la presencia de la imagen de la mujer ha sido manifiesta a través de los siglos, aunque siempre en menor proporción que la del hombre, y habitualmente centrada en aquellas damas que detentaban el poder en cada momento histórico –reinas, cortesanas, y cabezas del santoral o del estamento religioso-, pero no puede decirse lo mismo de la pujanza de las mujeres artistas en la historia del arte, puesto que han sido siempre ninguneadas, y por eso son pocos los nombres –excepcionales excepciones- femeninos que la jalonan a lo largo de la historia del arte occidental.
Aplicado al caso de España, aún es más escasa esa nómina de mujeres productoras de arte, debido al papel de ámbito privado que desempeñó la mujer durante muchos siglos y, de hecho, hubo que esperar a la irrupción de los movimientos feministas para que la visibilidad de las mujeres artistas fuera un hecho consumado. No obstante, a lo largo de las últimas décadas se ha tendido a recuperar parte del tiempo perdido, y hoy puede decirse que el panorama es radicalmente distinto al de mediados del siglo XX, puesto que nuestra dura y encorsetada posguerra fue un obstáculo más para ese desarrollo de la mujer en los ámbitos del arte contemporáneo.
Puesto que ahora parece que se tiende a establecer un equilibrio y a normalizar una situación secularmente injusta, es de justicia trabajar en favor de las mujeres entregadas a la práctica del arte y así propiciar su visibilidad en todas las disciplinas creativas: ese es el punto de partida y el argumento final de ARMAS DE MUJER, una exposición que recorre el tránsito entre dos siglos de la mano de Elena Asins, Soledad Sevilla, Carmen Calvo, Lita Mora, Ouka Leele, Rosa Brun, Colita, Rosa Pérez-Carasa, Miluca Sanz y otras artistas en activo, hasta completar una treintena, que ahora y aquí representan la pujanza de la mujer en el arte español de nuestros días, y que se inaugura justamente en el Día Internacional de la Mujer Trabajadora.