Con ramilletes de colores se van engalanando cada una de las más de setenta cruces que presidirán, las plazas de los barrios, y otros espacios abiertos de la ciudad, protagonizando unos decorados coloristas, plagados de macetas con claveles, geranios, gitanillas. Delicados mantones de Manila, bordados también con motivos florales, o hechos con papel de seda por asociaciones, peñas, grupos de estudiantes o de vecinos. En torno a cada Cruz de Mayo se alza siempre un escenario en donde nunca faltan los cada día más atractivos trajes de gitana, el cante, el baile y –para que la fiesta sea completa- las barras provisionales donde se puede alargar la noche festiva, gozando de la extraordinaria cocina cordobesa y los estupendos vinos de la tierra; cuando “ir de cruces” se convierte en emprender una ruta por estos pequeños jardines que, como todo lo efímero, se vive y se siente con intensidad.