Sombras coloreadas
Que la fotografía tiene mucho que ver con la química es algo ya extendidamente estudiado. Que, de alguna manera, se relaciona también con la mística, en cuanto a lo que tiene de unión con lo sobrenatural ese afán de recreación imaginal del mundo de sombras que nos rodea, también. El afán creador de cualquier artesano que es demiurgo enamorado de su obra nos remite a la caverna platónica, desde la que observamos, emulamos y fabricamos realidades.
Anna Atkins fue una botánica e investigadora que consiguió captar plásticamente la sombra que marcaban las algas y especies vegetales que estudiaba, mediante la técnica, aún científica, de la cianotipia, uno de los primeros descubrimientos protofotográficos. Vanguardistas como Man Ray o Moholy Nagy experimentaron con esa huella que los objetos dejan en los papeles sensibilizados, buscando así una manera de arte experimental, surrealista, marcado por el azar y el inconsciente, sin pretensión formal ninguna.
En este momento histórico de proliferación y perfeccionamiento tecnológico de la imagen fotográfica, en el que el uso tan común y tan repetitivo nos ha llevado a perder, por sobreexposición a dichos estímulos visuales, esa sensación de misterio que da la sorpresa de la novedad en la primera experimentación, Laura Brinkmann vuelve su mirada a la esencia, reseteando siglos de historia, capas de superficialidad y prisa, para saborear con calma el origen y la magia de la fotografía.
Sus imágenes coloreadas registran la huella de la luz, descomponiendo su color mediante la observación y la experimentación.
Conversaciones con Goethe
Las sombras coloreadas son objeto de estudio de Johann Wolfgang von Goethe en su libro Zur Farbenlehre (Teoría de los colores) de 1810. Goethe observó que la intensa luz solar del mediodía produce sobre blanco una sombra negra o gris -o un valor más oscuro que la superficie-, pero que bajo otras condiciones, las sombras serán del color complementario del color de la luz.
Goethe estudió la fisiología del ojo en su adaptación a la luz, insistiendo en fenómenos como la percepción del color. La observación de la relación del tiempo en el que la luz incide sobre la superficie fotosensible que es la retina y los efectos visuales percibidos en contraste, le llevó a determinar su teoría del color a partir de colores complementarios. Su influencia, que fascinó a filósofos y físicos, se extendió a las prácticas pictóricas de impresionistas y románticos. Además, Teoría de los colores no sólo rompe radicalmente con las teorías ópticas newtonianas de su tiempo, sino también con toda la metodología de la Ilustración concerniente al reduccionismo científico.
Las impresiones Lumen del proceso explorado por Laura Brinkmann conversan con estos experimentos del alemán en torno a sombras coloreadas, aplicando distintos tipos de luces proyectadas sobre el papel fotosensible. Los halos coloreados que definen la teoría del color y el círculo cromático de Goethe son punto de partida para crear esos discos o círculos que la obra de Laura recrea gracias a una variedad de herramientas que utiliza durante el proceso fotográfico.
“A veces -explica- utilizo objetos confeccionados específicamente y que deposito en el papel exponiéndolos a diversas fuentes de luz durante minutos, horas y días en los que las sombras se van imprimiendo en el papel. En otras ocasiones, utilizo otros elementos para reflejar y desviar la luz sobre sus superficies”
Durante un año de exploración del proceso Lumen con papeles tradicionales de fotografía en blanco y negro para obtener círculos coloreados, utilizando luz solar o artificial, al igual que en aquellos halos subjetivos que describió Goethe, Laura Brinkmann observa la peculiaridad de cada obra única en la que el azar y la naturaleza dejan su huella creando estímulos visuales, concluyendo con una reflexión acerca de la búsqueda de la luz como modo de crear ilusiones ópticas.
Goethe, frente a Newton, explicó que la particularidad que permite estos efectos está en el ojo, y no en la luz: “el ojo es el que forma el color en las sombras para contrarrestar la intensidad de la luz coloreada”. Evidencia, así, la naturaleza creadora y a la vez distorsionadora de la realidad de un fenómeno físico, basado en las leyes de la óptica y de la naturaleza energética de la luz, que, sin embargo, nos sirve para comprobar científicamente que toda imagen es subjetiva y depende del lugar y las condiciones de percepción. Cuánto deberíamos aprender de esta protohistoria de la imagen fotográfica para volver a definir la condición de veracidad de la misma sobre la que se sustenta nuestra civilización y el imaginario colectivo.
De esta manera, -explica Brinkmann-, “las obras actúan como alusiones. Busco generar nuevas formas de ver explorando la relación entre el mundo físico, el tiempo y la percepción.”
Cromatografías
Podemos identificar también un hilo conductor entre la última serie de Brinkmann, “Capilaridad”, y este proyecto que conecta con el anterior y que crea un estilo y temática homogénea en estos últimos trabajos de la autora. La huella de lo que ha sido, que al final es la fotografía. La marca que deja la esencia. Lo que está en la base fundamental de la materia, del arte, de la pintura, de la imagen.
La cromatografía es “un método físico de separación para la caracterización de mezclas complejas cuyo objetivo es separar los distintos componentes”, la cual tiene aplicación en todas las ramas de la ciencia. Laura utiliza las placas de vidrio que usan los científicos para descomponer los colores de los vegetales con disolvente que hace subir por la ley de capilaridad. Una vez manipulada para que salga todo el jugo y color del vegetal, es una gota destilada de la planta lo que deja su huella colorida, como deja la luz su huella colorida en la serie “Sombras Coloreadas”.
Esta descomposición de color, también aleatoria, es un proceso natural y alquímico que culmina en una obra única no esperada. Esas pequeñas piezas de coleccionista que Laura despliega cual entomólogo, con curiosidad científica y al mismo tiempo con la sensibilidad de quien pretende salvaguardar un perfume, nos hablan también de la huella de lo que es presente en el tiempo circular o kairos de la obra de arte.
La presencia del color, al igual que los motivos fotográficos que podemos ver en parte de su trabajo, desaparece con el tiempo. La muerte del ave, la grieta en el huevo, la pluma, la rama que construye el nido, los sedimentos del agua, la huella de la luz, tienen en común esa impermanencia de cualquier huella de la materia y que es cualidad física y esencial de la vida misma.