El imaginario visual de Cristina Vela está dotado de un lirismo poético donde lo bello y lo perecedero conviven a partes iguales. La artista nos invita a tomar conciencia del propio ciclo vital, de estar en medio de todo, de la naturaleza, del mundo y de ser consciente de este estado. Sus referencias siempre giran en torno al paso del tiempo donde lo vivo contrasta con lo fugaz.
Sus cuidadas imágenes son tratadas con esmero y pulcritud. Todo en ella es sutil, sus dibujos están conformados por sucesivas capas, que solo la detenida contemplación nos permite descubrir. La punta de sus bolígrafos y lápices acarician la superficie de su papel como si de la propia piel se tratara, con la pulcritud y esmero con la que un cirujano lo haría, sabiendo la delicadeza del material con el que trabaja. El papel soporte del dibujo y de la escritura, se convierte en la cama, piel sobre la que la propia narración se recostará. Blanco e impoluto colchón, vehículo temporal, mortaja de la materia. Papel, encargado de recoger lo escrito y dibujado, legado cultural de cada civilización, tesoro de la consciencia.
Sus imágenes no obstante huyen de lo escabroso, asumen la belleza de la naturaleza y nos permiten gozar de lo cotidiano, donde lo asombroso se entremezcla con lo cotidiano. Como eje principal de sus composiciones utiliza a los seres vivos ya sean personas o animales. Sus cuerpos reflejan la belleza de la juventud pero a su vez la fragilidad. Templo, hogar donde habita el alma. Nos anima a observar a entenderlo y disfrutarlo, a tener consciencia, a querernos como somos, para sentirnos así seres autónomos a través de la propia aceptación
La artista jiennense utiliza el libro de Iván Onia "Canto a quien" como hilo de sus composiciones. Cristina navega en el interior del poeta, se acerca a su pensamiento para interpretarlo en imágenes. Sus dibujos más allá de lo propiamente plástico se convierten en una exaltación sobre la propia existencia.