De JOSÉ ANTONIO JIMÉNEZ.
La obra pictórica que José Antonio Jiménez viene realizando desde sus comienzos a mediados de los años setenta del pasado siglo, siempre ha tenido connotaciones con los movimientos surgidos tras el nacimiento del cubismo en los primeros años del siglo XX y, principalmente, con las posteriores enseñanzas postcubistas de Vázquez Díaz que tanto influyeron en nuestro país. Como el título de la muestra indica, Jiménez exhibe en esta ocasión (su tercera individual en esta galería), un conjunto de óleos con el olivo como protagonista y tema único. En su larga trayectoria profesional, Jiménez ha cultivado casi todos los géneros de la pintura: la figura, el retrato, el bodegón y el paisaje. Pero con el que desde sus comienzos mejor se sintió identificado y casi nunca abandonó fue el olivo. Y el resultado es un conjunto de obras con una acusada personalidad, a medio camino entre la figuración y la abstracción, de impecable composición y muy bien construidas, como si de masas escultóricas o arquitectónicas se tratara, con un resultado final de tal lirismo que al contemplarlas se experimenta una extraña sensación de paz, serenidad y quietud. La pintura de José Antonio Jiménez, evoca la consistencia y grandeza de Cezanne, el cubismo sintético y muy poético de Juan Gris, la metafísica y la mística casi franciscana de Morandi y, cómo no, el buen hacer formal, sobriedad en el color y magia de Vázquez Díaz.