La exposición de Marisa Álvarez reúne piezas pertenecientes a diferentes series aun en curso y en las que lleva varios años trabajando: Temporales, Tornados, Promesas y Héroes.
El nexo entre ellas, tanto conceptual como formal, es el que da título a la exposición, El viento y la memoria.
Estas obras pretenden cuestionar al espectador sobre qué es lo que recordamos, cómo lo recordamos, por cuánto tiempo lo recordamos y bajo qué forma visual lo recordamos.
El viento protagoniza la gran mayoría de las obras. Lo hace como elemento transformador de la naturaleza pero también como alusión a la temporalidad en el sentido de tiempo, de fugacidad. Rescatando a su vez su carácter divino: el viento como “soplo de Dios”, “fuerza vital” que actúa desde fuera o desde dentro del hombre y del mundo.
Cada pieza intenta mostrar una imagen, una situación, a modo de foto fija. Sentir que hemos podido frenar por un instante algo que se está yendo. Esta pintura trabaja con las imágenes que quedan grabadas en nuestro cerebro, como cuando cerramos los ojos e intentamos recordar aquello que hemos visto.
De las obras-en su mayoría óleos-, algunas son pinturas inspiradas en imágenes que describen el efecto ocasionado en el paisaje por el paso de ciclones, tornados o rachas extremas de viento, que han sido posteriormente desvinculadas de la catástrofe natural a la que aluden. Otras representan personas y sucesos.
En ambos casos las imágenes que originaron estas piezas provienen de la prensa y rápidamente fueron reemplazadas en nuestro cerebro por otras que generaron los medios de comunicación. La intención de esta muestra es hacer un tributo a la memoria. Tratar de hacer imperecedero el impacto de esas imágenes y rendir homenaje a aquellos que se fuerza a ser protagonistas de la historia, a aquellos que de manera fugaz ocupan las portadas de la prensa y de los cuáles, en la mayoría de los casos, ni siquiera se conoce el nombre.
El lenguaje utilizado en todo el proyecto - barridos y fusión extremada entre planos de color- nace como respuesta a la necesidad de plasmar la fugacidad. Está influenciado principalmente por las tramas visuales que nos rodean en la actualidad: la pixelación de imágenes, los gráficos de los programas de ordenador tanto de imagen como de sonido y el desenfoque de las imágenes en fotografía, cine y video.