Exposición de los grabados de Christian Bozon.
Hasta el otoño de 2016 su trabajo era una inmersión en el microcosmos, un mundo mineral donde se reflejaba la materia sólida y acuática, un trabajo depurado propicio a la contemplación y la meditación, donde la luz revelaba un color dominante y sus contornos, pero un día decidió romper este molde volviendo a una técnica que tenía abandonada desde hacía algún tiempo, el aguatinta al azúcar. Esta técnica le permite un trabajo muy espontáneo, pictórico y caligráfico.Partió de la improvisación, de romper sistemáticamente con sus costumbres para provocar la creación de una nueva escritura. El color se hizo múltiple, las formas también, de hecho se volvieron cada día más reales y humanas, para finalmente contar lo que le rodeaba, pero mezclado con un mundo irreal, más propio de los sueños o de la mitología. Así, se pueden encontrar en sus últimos grabados, momentos de su vida familiar como en “el cariñoso”, “el debate” o “manual de infractores”, o social con “camino del éxito” y “ la pareja”. Grabados, entre lo real y lo imaginario, aunque, a veces, hoy en día parece que la ficción supera la realidad.