“Espuma”. La espuma que delimita el mar de la tierra, ese espacio liminal de que no es ni sólido ni líquido, más bien al contrario, ambiguo, proteico, múltiple, que se deshace al atraparlo. La espuma de mar es valiente, siempre a la vanguardia, siempre buscando el presente, para luego retirarse al instante. La espuma alcanza incluso nuestros recuerdos, hundiéndose plácidamente en la memoria para, como es su naturaleza, resurgir en el momento más inesperado, trayendo con ella el olor a mar lejano. Su blanco es una promesa que no sabemos interpretar. La espuma nos divierte y, como debe ser, en ocasiones nos asusta. Es testigo del tiempo y con esmero de orfebre, se entretiene limando piedras, ladrillos, huesos... años. Y a veces, si tenemos esa suerte, nos devuelve nuestras miserias y descuidos, como una maestra paciente deseosa de inculcarnos una lección que no siempre sabemos aprender.