Color, forma, arte y 50 años de oficio resumen básicamente la obra de María Teresa García López, esta mujer que nació amando los pinceles que parece como si no hubiese podido ser en la vida otra cosa que pintora.
Para ella es el pincel como para el poeta la pluma o para el escultor la gubia, elemento simbiótico y casi alienante.
Supone todo un ejemplo de constancia y madurez para unas vanguardias que con demasiada frecuencia caen donde jamás debe caer el ser humano: en el absurdo. Es autora de una obra creativa, personal, fresca, radiante, contemporánea bellísima, impactante joven, de figuración mágica que nace de la verdad, de una interpretación particular del mundo. Formas evanescentes en inquieta y vibrante paleta que evocan y dignifican la condición humana, el optimismo que irradia interior, que pone nuevamente las cosas en su sitio.