Esta exposición, “Llorar por las manos”, de la artista textil Debaga (El Puerto de Santa María, 1979), apunta a derribar las fronteras que han pretendido despojar lo artesanal de su dimensión artística y estética. La obra de Debaga se sitúa en esa difusa frontera, se instala en los incómodos márgenes que interrogan al Sistema-Arte, que lo cuestionan, precisamente ahora cuando sus programaciones acaban de incorporar al arte textil a su discurso.
“Tatuar con hilo” es la máxima que guía a Debaga en sus creaciones. Perforar y horadar la tela desde la sutileza, el cuidado y la pulsión estética que mueven al tatuador sobre la piel.
“Llorar por las manos”, que es el título de esta exposición, sintetiza asimismo el quehacer artístico de Debaga, que desde los hilos y desde el poderoso ímpetu con que trabaja con su máquina de coser hilvana lágrimas de rabia y amor, de odio y conciencia, de agonía y fantasía. La imaginación se impone a los códigos de la razón, la libre expresión a la normatividad de la forma. Su arte es así testimonio de este mundo y de su desolación, del éxtasis que hermana a la locura y la razón, cielo e infierno, lo sagrado y lo profano.
La obra de Debaga respira verdad, en este régimen de simulacros; inspira honestidad, frente al imperio de la mentira; transpira belleza, que como nos enseñó Schiller, es el único camino hacia la libertad.