Muestra comisariada por Fernando Francés. Entre esculturas y dibujos, la exposición reúne más de cuarenta obras del artista gallego más internacional. Francisco Leiro realiza esculturas como una alegoría de la vulnerabilidad y la fragilidad humana. La realidad pasa a ser una ficción más: una construcción humana, donde Leiro ejecuta un juego de ambivalencia entre el lenguaje literal y el figurativo. El CAC Málaga muestra sus obras escultóricas realizadas en madera, entre las que podrán verse, alegorías a El Quijote, la estatua de un dios de más de tres metros, figuras antropomorfas o escenas relacionadas con la masacre de Alepo, Siria.
Francisco Leiro (Cambados, Pontevedra, 1957) formó parte en la década de los setenta del grupo surrealista Foga, acentuándose en estos momentos en su escultura la mezcla de elementos surrealistas y de una figuración más lánguida que mostraba la parte más sarcástica de la condición humana. En estos años, celebrará su primera exposición individual en la Sociedad Cultural de Cambados en 1975, con tan solo dieciocho años. A comienzos de los 80 participó en la última exposición colectiva de Atlántica. Surgió no como un movimiento, sino como un grupo de personas que pretendían “discutir el país”, y que protagonizaron un cambio de dirección en el arte español.
A finales de los 80 se traslada a Nueva York y su trabajo se dinamiza hacia un cada vez mayor interés en la abstracción de la figura y el cuerpo. En los noventa se producirá una progresiva desaceleración de elementos oníricos, la imaginación se pone al servicio de resultados más formales que efectistas o narrativos y va abriendo el camino hacia los cambios producidos en el 2.000, donde se impone un ritmo más atento a la realidad.
Así, podrán verse en la exposición varias obras de temática social, tratando las guerras, desastres o la violencia, entre otros. Para Leiro el arte es un compromiso con la vivencia y el pensamiento autobiográfico. La obra Réquiem, 2005, es una de las más antiguas y comprometidas de la exposición. Al observar la obra, las dos figuras de pie, ataviadas con ropas de marisqueadores, guantes, botas, maletas y mascarillas, parecen estar escuchando Lacrimosa de La Misa de Réquiem en re menor, K. 626, de Amadeus Mozart. En esta obra, convive la Historia del arte y un matiz contemporáneo, ya que las figuras tienen como telón de fondo la fotografía de agencia ampliada de una fuga tóxica en China. Las dos esculturas de pie, con una composición muy geométrica, parecen las siluetas de El Angelus, 1857-1859 de Jean F. Millet orando a la hora del ángelus, al amanecer. Con gesto solemne, estos marisqueadores recogen restos que no se aprecian de un desastre, de cualquier fuga química o de gasoil, de todas y de ninguna a la vez.