Ángel Leiva ha desarrollado su actividad como poeta y como pintor a partir de diversas experiencias plásticas, asumidas en muchas y prolongadas estancias en grandes ciudades de distintos puntos del mundo: Siracusa, Nueva York, Springfield, Glencoe, Chicago, Austin, Madrid y Sevilla.
Los años vividos en Nueva York, a principios de la década de los 70 del siglo XX, han sido fundamentales en cuanto al despertar de su necesidad de expresarse como pintor, además de como poeta, y en cuanto a la asunción de un punto de partida de su obra: la pintura de Jackson Pollock y del expresionismo abstracto.
El gesto y la acción son rasgos distintivos de su pintura, aunque el artista ha sabido trascender a sus referencias y encontrar un camino propio, gracias, sobre todo, a la fuerza del color, intenso, brillante y muy cálido o muy frío, sin dudas, sin puntos intermedios y a un continuo rendirse a la ascendencia indigenista.
Su interés por explorar las propiedades de la materia, asociado a la forma, al color y a la alternacia de los procedimientos gestuales, definen la personalidad artística compleja de este creador.