Esta exposición es una invitación a recorrer el mundo de este gran poeta brasileño. En sus sucesivos libros, Augusto de Campos se presenta como un poeta que se niega a seguir los caminos trillados de la poesía corriente. Su viaje es único y por eso se llama a sí mismo ‘expoeta’. Por esa misma razón, titula uno de sus libros Despoesía y lleva a la poesía más allá de sí misma, sea al terreno de una escritura espacial o a formatos como el video, la música o el diseño. Rechaza el lirismo pero para dar lugar a uno nuevo, más acorde con los tiempos que vivimos.
Augusto de Campos es precisamente conocido por ser uno de los nombres sobresalientes de la ‘Poesía Concreta’ de los años cincuenta del siglo pasado. Nacido en 1931, en la ciudad de São Paulo, De Campos formó parte junto con su hermano Haroldo y Décio Pignatari, de este movimiento de vanguardia que se propuso experimentar con un nuevo modo de escritura poética que no dependiera del verso, al que consideraban un elemento agotado e ineficaz. En diálogo con las artes plásticas y la música, los creadores de la Poesía Concreta se inspiraban en autores que ellos llamaban del ‘paideuma’ (aquellos de los que hay que aprender) y entre los que se encontraban Ezra Pound, Stéphane Mallarmé, James Joyce, e.e. cummings y los brasileños Oswald de Andrade y João Cabral de Melo Neto. Desde el movimiento de la Poesía Concreta, propusieron una poesía visual y espacial que no se sometiera a la escritura lineal del verso sino que, siguiendo las teorías de Ezra Pound, se dispusiera en ‘ideogramas’ o en una poesía ‘verbivocovisual’ (término que tomaron del Finnegans Wake de James Joyce y que sumaba los términos verbal + vocal + visual).
Si en la década del 50 el movimiento de poesía concreta fue paralelo a las reformas modernas y desarrollistas que se dieron en Brasil (y que culminaron con la construcción de su capital, Brasilia), a principios de los 60 los poetas encararon una “lírica participante” acorde con los movimientos revolucionarios que atravesaba la sociedad latinoamericana. Augusto de Campos y sus compañeros de ruta incorporaron al ‘paideuma’ a Vladimir Maiakovski, poeta al que admiraban porque había innovado en la poesía de su tiempo. Su frase “Sin forma revolucionaria no hay arte revolucionario” fue agregada al manifiesto del movimiento.
Desde entonces, Augusto nunca dejó de escribir poesía convirtiéndose en una referencia fundamental de la cultura y la poesía brasileñas e influenciando no sólo a los jóvenes poetas como Paulo Leminski sino también a los compositores y cantantes de música popular como Caetano Veloso, Tom Zé, Arnaldo Antunes y Adriana Calcanhoto. Aún con sus más de noventa años, Augusto sigue activo, escribiendo poemas políticos contra el gobierno actual y publicando periódicamente en Instagram donde tiene más de 30.000 seguidores.