La exposición dedicada a Francisco Leygonier en el Museo de Bellas Artes de Sevilla recupera la figura del primer fotógrafo activo en la ciudad, apenas seis años después del nacimiento oficial de la fotografía en Francia. Leygonier llegó desde Burdeos en 1845 con el objetivo de aplicar en Sevilla las técnicas más avanzadas de la época, convirtiéndose en pionero del medio en Andalucía. La muestra ofrece un recorrido por su trabajo documental y artístico, con especial atención a sus calotipos, entre los más antiguos que se conservan de la ciudad. Además, revela una faceta poco conocida de su obra, fundamental para la difusión de la imagen monumental de Sevilla en el siglo XIX, cuando la ciudad era ya un atractivo destino para viajeros europeos. Se exhiben 76 piezas, principalmente de la Colección Fernández Rivero, junto a fondos de las colecciones Narbona Algara y Carlos Sánchez Gómez. El comisariado corre a cargo de Juan Antonio Fernández Rivero y María Teresa García Ballesteros.
Francisco Leygonier Aubert (Sevilla, 1808 - 1882) fue el primer fotógrafo sevillano del siglo XIX y uno de los pioneros en la fotografía en España. Se destacó por ser de los primeros en utilizar el daguerrotipo y el calotipo, técnicas fotográficas de la época, no solo en Sevilla, sino también en toda Andalucía. Tras el anuncio del daguerrotipo en París en 1839, Leygonier abrió su primer estudio en Burdeos en 1842 y, posteriormente, en 1845, se estableció en Sevilla, lo que le convirtió en uno de los primeros fotógrafos profesionales de la ciudad. Su origen francés y su antigua profesión como marino generaron cierta curiosidad en la comunidad sevillana, pero pronto ganó reconocimiento por sus innovadoras imágenes de la ciudad.
Uno de sus logros más destacados fue la creación de las primeras vistas fotográficas de Sevilla, que fueron adquiridas por turistas y viajeros. Su trabajo con el calotipo, que le permitió hacer reproducciones en papel, fue crucial para difundir las imágenes de la ciudad y sus monumentos. Entre sus clientes, destaca el Duque de Montpensier, quien compró varias de sus fotografías y le encargó reportajes y reproducciones de pinturas de su colección.
Leygonier mantuvo su estudio en Sevilla durante 35 años, hasta poco antes de su muerte en 1882, y se mantuvo actualizado con las últimas novedades de la fotografía, lo que le permitió incorporar nuevas técnicas como el colodión húmedo, la estereoscopia y las tarjetas de visita en su trabajo. A lo largo de los años, también se dedicó a enseñar fotografía a otros profesionales y fue un referente en la enseñanza de esta nueva disciplina.
A pesar de la competencia creciente de otros fotógrafos, Leygonier conservó su prestigio, especialmente por su especialización en vistas monumentales, que ofrecía a los turistas que visitaban Sevilla. Aunque realizó retratos, estos no fueron la parte más importante de su obra, y hoy en día son pocos los que se conocen en comparación con las fotos realizadas por otros de sus contemporáneos. En los años 60, amplió su catálogo con vistas de otras ciudades andaluzas como Córdoba y Granada, y en 1866 publicó un catálogo con sus trabajos. Su actividad fotográfica comenzó a disminuir en la década de 1870, y falleció en 1882, dejando un legado como uno de los grandes fotógrafos pioneros de España.