En Maelström, el artista reúne una serie de obras hilvanadas por la temática y los elementos iconográficos marítimos. Un mar picado de impresionante ferretería metálica, intratable; esqueletos de naves; elípticas alusiones al velamen de un navío, estampado con imágenes alusivas a la navegación… Fragmentos donde la metaforología del naufragio con espectador nos ofrece un puñado de formulaciones tan imponentes como inevitablemente melancólicas.
Roberto Urbano, nacido en 1979, pertenece a un tramo generacional de artistas granadinos, junto a nombres como los de Pablo Capitán del Río o Álvaro Albaladejo, cuyo empleo de la escultura, el objeto y la instalación se pone al servicio de complejos ejercicios conceptistas, antes que académicamente conceptuales. En su trabajo, donde la mirada al pasado y el trasfondo poético resultan innegables, las citas cultas, las referencias literarias o filosóficas y los juegos semánticos se organizan por medio un abundante repertorio retórico (alegorías, metáforas, ironía, paradojas, antítesis, oxímoron), que encripta un tanto el significado último de las obras. Un trabajo, por lo demás, donde destaca el uso del ready made y de los más variados materiales, productos y procesos industriales, que enfrían estas piezas de apariencia hermética y un tanto distanciada, pero por debajo de cuya superficie laten fuertes tensiones emocionales y psicológicas, recuerdos personales, estados de ánimo y pasiones privadas.